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Libreta 7a. Pág. 171 – Obra No. 746
Oración mística de acción de gracias, en un Romance

Vida en Vigilia


Va declinando la tarde;
va la luz perdiendo vida
y la vida tal parece
que en la sombra se disipa.
Vuelan al nido las aves
medrosas y calladitas
y temblando se acurrucan
esperando un nuevo día.
De la noche al grave peso
las alimañas se achican
y de las ramas las hojas
apenas mueve la brisa.
Ya quedó Naturaleza
completamente dormida.

Es una vida que duerme
la que en la tierra palpita.
En cambio, perenne aurora
divinal, con su sonrisa
vivificante y sublime,
los predios del alma mía
los va con su luz besando;
los va llenando de vida;
de vida que los expande,
de una vida muy distinta
a esta que en la tierra vemos
y que se quedó dormida
de la noche en el regazo;
del silencio a las caricias.

De una vida que no duerme;
que está en perenne vigilia
porque se deleita viendo
la faz gloriosa y divina
de Dios, y además escucha
la celestial armonía
de unas palabras que encierran
el génesis de ella misma.

Por esa razón mi alma,
inmersa en tan dulce vida,
vive en extático gozo
saboreando los carismas
con que el buen Dios la regala
y con ellos le anticipa
la felicidad eterna
que le tiene prometida.
Por eso vive también
ante su Dios de rodillas
y repitiendo amorosa
y humilde y agradecida:
Gracias, gracias Jesucristo,
por esta vida divina,
que no es otra que tu gracia:
que no es otra...¡que Tu Vida!

José A. del Valle
Miami, 5 de Agosto de 1980