Hacia el mar de otra vida,
con loca audacia
de este vivir el río
lleva sus aguas;
y van en ellas
hojas, troncos y flores,
frutos y piedras.
Hojas que nada valen;
troncos ya secos;
flores mustias, marchitas;
frutos dispuestos
a no ser piedras,
sino a expandir la vida
por las riberas.

Todo va entremezclado,
todo revuelto,
lo que vale y lo inútil,
lo malo y bueno.
Las almas santas
y aquellas que a la Tierra
tienen por patria.

Al mar que nos espera
tarde o temprano
llegaremos, y entonces...
¡Tiemblen los malos!
Habrá un Neptuno
que dirá a la hojarasca:
¡Tú no eres fruto!

A su voz prepotente,
temblando, aquella
irá al fondo sin vida
de las tinieblas;
No así los frutos,
que serán gloria y gala
del nuevo mundo.

En árboles trocados
flores y aromas
darán como homenaje
de eterna gloria
al Jardinero
que en la Cruz, con su Sangre,
regó su huerto.

José A. del Valle