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Poesía Mística
El solo hecho de que la poesía toque el tema de Dios y su relación con el hombre ya es suficiente para catalogarla como poesía Religiosa. Y dentro de esta, cuando el poeta nos deja ver esa comunicación con la divinidad como una experiencia personal, íntima y plena, hablamos entonces de la poesía Mística. En los poemas de José Andrés del Valle nos es difícil separar una de la otra. Su unión con Dios era tan íntima y personal que no podía dejar de manifestarla en casi todas sus poesías.
Queremos decir algo que aclare, a algunos, sobre los caminos que llevan a la unión con Dios y así no ser confundidos creyendo que la penitencia es algo del pasado. Con frecuencia encontramos en el poeta expresiones propias del asceta que busca purificarse por medio de la mortificación y el dominio de sus pasiones para alcanzar la virtud. Esto quizás nos confunda y también nos haga creer que esos caminos ya no están de moda y son cosas del pasado. Nada más equivocado. Para disfrutar de la cumbre hay que subir la pendiente y nadie mejor nos explica esto que el gran místico español S. Juan de la Cruz en su "Subida al Monte Carmelo" y la gran Teresa de Ávila de las que nuestro poeta fue amante discípulo.
La Mística sin la renuncia propia es una falacia, una falsa ilusión. Consideremos el que, aún a nivel humano, cuando de veras amamos a otro, la renuncia propia está implícita y el amor que es el que entonces rige en nosotros, suaviza ese sufrir de tal manera, que no llegamos a veces ni siquiera a sentirlo. Si esto nos sucede con las criaturas, que nos pueden fallar, pero a quienes amamos y nos entregamos, cuánto más no le sucede al alma que se entrega al Amor de los amores? Ya nos lo dijo el mismo Jesús: "Nadie ama más que aquel que da la vida por sus amigos."
Así tenemos que no puede haber Mística sin Ascetismo. Al místico lo lleva el amor y al asceta la renuncia y la mortificación. Pero, entendamos bien: el "verdadero" asceta es ya un místico, porque estos dos caminos no están reñidos sino que como hermanas gemelas una no puede vivir sin la otra. Por eso no es de extrañar y menos, mal interpretar, los consejos que nos da el poeta que llevan a la mortificación, a la renuncia (palabras que hoy no quisieramos ni oir) para alcanzar el camino de la perfección, que es camino de la felicidad por ser el camino del Amor.
No podemos presentar la obra sin presentar al poeta y José A. del Valle fue, sin duda alguna, un alma mística; lo impulsaba el amor. Conociéndolo a él disfrutamos mejor de sus poemas y esto es lo que aquí ponemos al alcance de todos.
Para iniciar esta sección he elegido “Viajes Azules”, donde el poeta hace una clara distinción entre la fantasía, tan propia del poeta y la mística, para que una no sea confundida con la otra. Santa Teresa, la gran mística castellana, repetía en sus escritos a sus hijas, que sólo la que hubiera tenido la experiencia que ella trataba de explicar sería capaz de entenderla, porque nunca las palabras son capaces de hacerlo.
En "Viajes Azules" el poeta, que al principio, es acompañado en su viaje por "la poesía", con ella nos lleva por infinitos mundos imaginarios que deleitan los sentidos, hasta que topa con otro muy diferente, que es viva realidad, es entonces que la "poesía" lo abandona. El poeta trata entonces de describirnos y comunicarnos esta inefable realidad y al no poder hacerlo, lamenta no tener como hasta ahora tuvo, abundantes palabra para ello, porque ahora solo puede vivirlo. Y es que ha llegado a encontrarse con la oración en su forma más sublime, la contemplación mística. En ella descansa y la bendice.
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