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Libreta 10a. Pág. 196 – Obra No. 1127

Victoria Espiritual

Hice del Corazón de Jesucristo
(porque Él me autorizó) un crisol,
y eché en él, para acendrarlo,
mi sucio corazón.
Para quitarle la infernal escoria
que la vida en sus vuelcos le incrustó.
Al fuego del amor del propio Cristo,
que es el fuego mejor
para que el sucio corazón del hombre
recobre la pureza que perdió,
dejé, colmada de esperanza el alma,
al divino crisol.
Ha muchos años que el divino fuego
le presta su calor,
y quiere el buen Jesús que en él lo deje
hasta el día en que yo,
rompiendo de esta vida la atadura,
me presente ante el Padre de los dos,
allí Jesús, en sus divinas manos
sosteniendo mi humilde corazón,
sé que dirá: “Mi Padre, te lo entrego
sabiendo que es muy digno de tu amor,
porque quiso ser puro como el mío,
y al fin...¡lo consiguió!”

José A. del Valle
Miami, 23 de junio de 1988