¡Baja, Espíritu Santo a las Almas!

¡Baja, Espíritu Santo a las almas
que el planeta es un campo de guerra!
Nos corroe a las almas el odio.
Qué terrible huracán de violencia
desató el infernal comunismo
por toda la tierra.
Pesadilla es la vida. La muerte
ha cobrado diabólica fuerza
y va ciega las vidas segando
como siega el labriego la hierba.

Baja, Espíritu Santo a las almas
como lluvia copiosa y benéfica,
a apagar el satánico fuego
de nuestra soberbia.

Baja, Espíritu Santo a las almas;
que por más que la O.N.U. Y la O.E.A.
extirpar nuestro mal se propongan
con sus asambleas,
imposible es que puedan lograrlo.
Si este mal de la terca violencia
en el alma del hombre radica,
sólo en ella, mi Dios, y por ella
trabajar y afanarnos debemos
si queremos la paz en la tierra.
Como sólo Tú puedes lograrla,
las almas selectas;
los que somos sagrarios vivientes
porque Cristo en nosotros se alberga,
¡baja, Espíritu Santo, a las almas!
Exclamamos, confiando en que vuelvas
humildes y mansas,
las almas violentas.

¡Torna en otro cenáculo al mundo!
Que no quede ni un alma siquiera
que no ceda a la suave eficacia
de tu santa divina presencia,
¡para hacer otro cielo, Dios mío,
de toda la tierra!

Sugerencia al lector

Si este poema lees, buen amigo,
con verdadera unción;
si además de leerlo con la mente
lo lees con piadoso corazón;
no exagero ni miento si te digo
que puedes convertir en realidad,
uniendo tu plegaria a la de todos,
lo que por tantos años suspirando
y afanándose está la humanidad:
erradicar del mundo la violencia
y hacer que reine en la humanal conciencia
la reina del amor: ¡La Caridad!

José A. del Valle
Día de San Agustín
Miami 28 de Agosto de 1983