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Libreta 4a.  Pág. 67 - Obra No. 308
Romance Heroico en el que bellamente usa
la imagen del cultivo de las perlas con la
formación espiritual recibida de este sacerdote.


Desde el Exilio a Mons. Juan J. Lobato,

en sus Bodas de Perlas con la Parroquia de Monserrate, La Habana, Cuba.

Cuentan que en el Oriente, Japón, la China,
que es donde con más arte cultivan perlas,
para que éstas se formen, abren las ostras
y con sumo cuidado ponen en ellas
una materia extraña, que en este caso
es un grano menudo de blanca arena.
En reposo absoluto dejan las ostras
y en aguas tan tranquilas que lucen muertas;
pero, no; que en su fondo, y en cada una
de las ostras aquellas que el agua encierra,
ese artista incansable que llaman tiempo
el granito menudo transmuta en perla.

De la playa tranquila de Monserrate
fuimos unos granitos de blanca arena
que en la iglesita santa que Dios ha puesto
al cuidado y al celo del alma vuestra,
como en ostra divina nos insertasteis;
y el tiempo; (treinta abriles) y la paciencia
y el amor y el desvelo con que quisisteis
a Jesús ofrecerle tan santa empresa,
nos dejaron trocados en lo que hoy somos
y que a vos lo debemos: en unas perlas
que no sólo amoroso las cultivasteis,
sino que a más quisisteis formar con ellas
para la Virgen Santa de Monserrate,
como la más valiosa filial ofrenda
que coronase su frente augusta
y así lo hicisteis, santa diadema.

Mas, sacrílegas manos día tras día
arrancándole fueron a vuestra ofrenda
muchas de aquellas perlas que cultivasteis
y que hoy tanto suspiran porque la Reina
les alcance la gracia de engalanerse
otra vez regiamente con todas ellas.

Han perdido la dicha de ornar su frente;
pero están a sus plantas y la veneran
con la filial confianza que vos supísteis
darles en los seis lustros de larga espera.

Vuestras Bodas de Perla con la Parroquia;
esa unión sacrosanta que en años treinta
realizara el milagro de transformarnos
de menudos ganitos de arena, en perlas,
ésa sólo las perlas pueden ornarla
y ningunas por tanto, como las vuestras.
Es por eso que todas: las que arrancaron
y aquellas que quedaron en la diadema,
en espíritu unidas y en torno todas
a la mesa en que Cristo nos alimenta,
en estas vuestras bodas le suplicamos
os premie con las Suyas: con las eternas!

José A. del Valle

San Juan de P. Rico 30 de Marzo de 1967