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Libreta 6a. Pág. 277 - Obra No. 616
Silva en la que con semejanzas describe las
diferentes almas que pueblan el piélago del mundo.

Piélago de las Almas


El infinito piélago en que estamos
las almas sumergidas,
(no el universo, no; que el universo
es materia que bulle y que se agita)
este oceano espiritual que tiene
por eterno motor de Dios la vida,
por ser de amor y luz mar insondable,
es Dios y sólo Dios su clara linfa.
Viven en esta, peces, algas, piedras;
(las piedras de este mar son piedras vivas)
esponjas y terríficos escualos
de potentes mandíbulas.
Vemos en este mar representadas
por muestras infinitas,
además de la Flora y de la Fauna;
la pétrea Geología.

Las almas-peces, por desgracia, abundan:
son esas que se afanan y se agitan
en mundanos negocios de tal modo,
que el de la alegre eternidad olvidan.
Las almas-algas son las resignadas,
pacientes, bondadosas, comprensivas;
que así como en el mar las algas todas
se columpian del agua a las caricias
como aceptando lo que el agua quiera,
éstas hacen lo mismo con la vida.
Son las almas-escualos esas almas
saturadas de infamia y de ignominia,
a las que el odio, la ambición, el dolo
y los demonios todos las inspiran;
y son sus vidas nauseabundos rastros
de muerte, de terror y de injusticia.
Las almas-piedras una piedra tienen
por la más estimada de las vísceras.
Son insensibles al amor y a todo
lo que piedad y compasión les pida.
Del mismo modo que en la piedra, el agua
al no poder calarla se desliza,
así también las lágrimas ajenas
al descender sobre tan dura víscera,
sin dejar rastro; rodarán por ella
al no poder calarla y adulcirla.

Y las almas-esponjas son las almas
serenas, mansas, plácidas, tranquilas;
de Dios enamoradas, castas, puras,
que un alba perennal las ilumina,
y hacia ella van, gozosas, entonando
la canción matinal de la alegría.
Esponjas son que saturadas viven
de las divinas linfas.
Son templos del Señor; hostias vivientes
donde la Santa Trinidad habita.
Es que el Dios del amor nos ama tanto,
que a las almas humildes y sencillas;
a las almas que, ansiosas de gozarlo,
se tornan esponjitas,
se complace en besarlas y colmarlas
de su divina linfa.

José A. del Valle
Miami, 5 de Diciembre de 1977