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Libreta Primera pág. 47 - Obra No. 61
A las madres de los sacerdotes
– Poema en arte Mayor

Madres  Selectas

    
Hay un ser en la Tierra que atesora,
cual ánfora divina,
las bondades sin fin que el Dios del cielo
a nuestra pobre humanidad prodiga.
Hay un ser en la Tierra al que tenemos
por gloria anticipada en esta vida;
un ser, en fin, en el que Dios ha puesto
la tenura y amor con que nos mima.
Es la madre abnegada y cariñosa
que ve en sus hijos su misión divina,
y en ellos pone las ternuras todas
con que Dios la dotó para cumplirla.
En visión prodigiosa la contemplo
del hogar en el templo, de rodillas
labrando el corazón de cada hijito
con ternura solícita.
Y voy casa por casa contemplando
la misma escena y la ternura misma,
y lágrimas de gozo se me escapan
ante tanta bondad y poesía.
Mas, a veces, muy raras por desgracia,
la escena, aunque es la misma,
tiene tal luz y resplandor de cielo,
que a cantarla jamás acertaría.
Es que tiene la madre una aureola
que nos la diviniza
y al verla nos parece que escuchamos
que Dios nos dice: mira,
esa que ves es madre; pero madre
con misión tan altísima
que a la voz de su hijo, complaciente
he de bajar, ¡oh alma! hasta ti misma,
para darte otra vez, tras tu pecado,
con mi perdón, ¡la vida!

José A. del Valle

Esta humilde poesía escrita a las madres de los sacerdotes, la ofrezco como homenaje de respeto y veneraciónn a la Sra. Paz Farrugia, madre amantísima de mi dilecto amigo y Párroco Juan J. Lobato
José del Valle.