Ép. y Míst. Pág. 127 - Obra No. 56
Espinela Lírica con la cadencia ritmica del péndulo del reloj
A un Reloj
Tus isócronos latidos,
tus monótonos sonidos,
van cayendo lentamente,
como gota persistente
que horadando va el peñón,
sobre el hombre; sobre el mismo
que queriendo el paroxismo
de los vértigos humanos
esquivar, con sabias manos
copió en ti su corazón.
Indolentes, van urdiendo,
van tramando, van tejiendo
tus impávidas agujas,
manejadas por las brujas
de las horas, sin cesar,
esas redes de los años
que con pérfidos amaños
van tendiendo en el camino
que el humano peregrino
de por fuerza ha de cruzar.
¡Tus agujas! ¡Tus agujas!
Aún las sólidas cartujas
que se apartan de lo humano
con un gesto soberano
de valiente abnegación,
no se pueden librar de ellas;
porque hieren cual centellas
el más recio y ancho muro,
el convento más oscuro,
la más sólida mansión.
Dí, con ellas ¿qué dibujas?
¿Qué perfilan tus agujas
con los giros incesantes,
y peremnes y constantes
de su lento caminar?
¡Un terrible simbolismo!
Tal emblema, que aun el mismo
inventor que te inventara,
aunque en ello se empeñara,
no le es dable descifrar.
Y ¿qué dicen tus pausadas
y sonoras campanadas?
No lo sé, mas, me imagino
que son postas del camino;
que son toques de oración;
y me embarga el sentimiento
religioso si las siento,
y el afán y santo anhelo
de tornar al caro cielo
me acaricia el corazón.
Pero hay algo en ti terrible
que esquivar es imposible;
es tu marcha aterradora,
tu implacable y destructora
sinfonía; tu tic-tac;
ese golpe que es hachazo;
que es mandoble, martillazo
con que Cronos, inclemente
nos repite eternamente:
¡todo, todo, todo atrás!
Pero a mí tus aldabadas;
esas gélidas llamadas
del gran viejo, no me asustan;
y en verdad no me disgustan;
que las oigo con placer.
Que les teman los malvados,
los impíos, los gastados
por los vicios, no los buenos;
los espíritus serenos
nada tienen que temer.
Para aquellos que en el Cielo
tienen puesto todo anhelo,
y del alma y de la mente
con la gracia omnipotente
desterraron todo mal,
tus isócronos latidos,
tus monótonos sonidos,
son redobles victoriosos
con que marchan jubilosos
a la Patria Celestial.
José A. del Valle
Día de Cristo Rey
27-10-1940
tus monótonos sonidos,
van cayendo lentamente,
como gota persistente
que horadando va el peñón,
sobre el hombre; sobre el mismo
que queriendo el paroxismo
de los vértigos humanos
esquivar, con sabias manos
copió en ti su corazón.
Indolentes, van urdiendo,
van tramando, van tejiendo
tus impávidas agujas,
manejadas por las brujas
de las horas, sin cesar,
esas redes de los años
que con pérfidos amaños
van tendiendo en el camino
que el humano peregrino
de por fuerza ha de cruzar.
¡Tus agujas! ¡Tus agujas!
Aún las sólidas cartujas
que se apartan de lo humano
con un gesto soberano
de valiente abnegación,
no se pueden librar de ellas;
porque hieren cual centellas
el más recio y ancho muro,
el convento más oscuro,
la más sólida mansión.
Dí, con ellas ¿qué dibujas?
¿Qué perfilan tus agujas
con los giros incesantes,
y peremnes y constantes
de su lento caminar?
¡Un terrible simbolismo!
Tal emblema, que aun el mismo
inventor que te inventara,
aunque en ello se empeñara,
no le es dable descifrar.
Y ¿qué dicen tus pausadas
y sonoras campanadas?
No lo sé, mas, me imagino
que son postas del camino;
que son toques de oración;
y me embarga el sentimiento
religioso si las siento,
y el afán y santo anhelo
de tornar al caro cielo
me acaricia el corazón.
Pero hay algo en ti terrible
que esquivar es imposible;
es tu marcha aterradora,
tu implacable y destructora
sinfonía; tu tic-tac;
ese golpe que es hachazo;
que es mandoble, martillazo
con que Cronos, inclemente
nos repite eternamente:
¡todo, todo, todo atrás!
Pero a mí tus aldabadas;
esas gélidas llamadas
del gran viejo, no me asustan;
y en verdad no me disgustan;
que las oigo con placer.
Que les teman los malvados,
los impíos, los gastados
por los vicios, no los buenos;
los espíritus serenos
nada tienen que temer.
Para aquellos que en el Cielo
tienen puesto todo anhelo,
y del alma y de la mente
con la gracia omnipotente
desterraron todo mal,
tus isócronos latidos,
tus monótonos sonidos,
son redobles victoriosos
con que marchan jubilosos
a la Patria Celestial.
José A. del Valle
Día de Cristo Rey
27-10-1940
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