Libreta 3a.  Pág. 145 - Obra No. 235
En Redondillas juega con la imagen de
un río y la aplica al cuerpo y al alma.

Alma y Cuerpo.


De un río lento y cansino
en el cristal transparente
mirábase atentamente
bello rostro femenino.
Serena el agua corría;
y a pesar de su correr,
de aquel rostro de mujer
la imagen, permanecía.

¿Cómo es que el agua se va,
(decía la joven bella)
y no se marcha con ella
mi imagen, que en ella está?

Escucha, joven, con calma:
el río y tu imagen son
la simbólica expresión
de tu cuerpo y de tu alma.

Podrá tu cuerpo crecer
y hasta cambiar de accidente,
como cambia la corriente
con su contínuo correr.

En él la muerte desplaza
células tantas que abisma
mas, en cantidad la misma
la vida en él las reemplaza.

Son gotas que van pasando
por el río del vivir,
con el mismo devenir
de ése en que te estás mirando.

El cuerpo tuyo y el mío
son y no son los de ayer;
el río, con su correr,
es y no es el mismo río.

Tu imagen, en cambio, ofrece
un patrón que no se borra:
por mucho que el río corra,
ella intacta permanece.

La mente nuestra se abisma
ante el misterio insondable
de un cuerpo siempre mudable
y un alma siempre la misma.

Y vaya el consejo mío:
jamás podrás descifrar
el misterio, con estar
mirándote en ese río.

Ven al río de la fe:
sólo en sus linfas sabrosas,
serenas y luminosas,
podrás saber el por qué.

Solamente en él, los dos
veremos con luz no escasa,
que el alma nuestra no pasa
por ser imagen de Dios.

José A. del Valle
Madrid, 19 de Agosto de 1962