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Libreta 8a. Pág.108 – Obra No. 833
Silva con la que nos dice quién es la poesía y
narra cómo él la buscó hasta encontrarla  


¡Yo Soy la Poesía!


Allá en mi juventud, mi fantasía
me llevaba sin rumbo ni concierto
por senderos de un árido desierto,
porque el alma, mi alma, pretendía
para hacer de la vida la carrera
más fácil y ligera,
de Dios y de su Ley vivir vacía.

Ansioso de vivir la poesía
que dicen que atesora el universo
con papeles y pluma salí un día
pensando que sin duda lograría
aprisionarla en armonioso verso.

Salí tan tempranito que no había
el sol aún salido;
y me quedé mirando las estrellas...
y me quedé afligido
porque la tan ansiada poesía
no pude ver en ellas.

Por la anchurosa puerta de Occidente
al fin, salió la aurora
la miré largo rato, y francamente,
aunque vi su alegría
no pude en ella ver la poesía
que dicen que atesora.

De la aurora los pálidos colores
y más tarde del sol los resplandores
y su luz prodigiosa,
el mar y el campo frente a mi extendieron.
Vi que los dos alegres me ofrecieron
con mano generosa
su plácida armonía.
Hizo el campo un rumor de los rumores
de su brisa, sus fuentes y atanores;
hizo el mar cantilena su oleaje;
por eso sólo una canción se oía
ante un manso paisaje
tapizado de flores.

Al ver que no encontraba
lo que ansioso buscaba,
afligido y lloroso
increpé al universo; Dime, dime;
¿en qué rincón ocultas la sublime
y excelsa poesía?
Sin tregua ni reposo
la he buscado de noche en las estrellas
y no la he visto en ellas
y ni en el mar y el campo a pleno día.
Y Dios, que mora en él, así me dijo:
“¡Oh, cuan en vano la codicias, hijo!
¡Yo soy la poesía!
Sólo por mí, Naturaleza es bella,
y lo mismo de noche que de día
lo es aunque por ciego no lo veas
y por necio y estulto no lo creas,
en el mar, en el campo y en la estrella.
Es toda bella porque es obra mía,
pero sabe ocultarle su belleza
al alma que no reza
por incrédula, escéptica y vacía.
Yo soy la poesía; para verme;
para llamarse artista y contemplarme
tienes que en ti llevarme;
tienes que poseerme,
y Yo sólo sé darme
al alma aquella ansiosa de encontrarme
porque su vida cífrala en quererme.”
¡Perdón, Señor, perdón por mi torpeza!
Ven a mi alma, ven, que quiero amarte
para hacer de este erial que es hoy mi vida,
con alma agradecida
el vergel sacrosanto de tu arte.
Ven a mi alma, ven, que te prometo
si vienes a mí,
nunca jamás buscar la poesía
donde nunca jamás la encontraría:
¡Buscarla sólo en Ti!
En Ti, porque eres ella;
y si bien es verdad que estás oculto
en el mar, en el campo y en la estrella
en mí también si te rindiese culto
que mereces, Señor.
¡Tómalo; te lo rinde el alma mía,
y dámele tu paz y tu alegría,
poesía divina del amor!

José A. del Valle
Miami, 22 de mayo de 1983