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Libreta 10a. Pág. 92 – Obra No. 1050
Alegoría Lírica

La Humanidad es un Árbol...


“Los que rezan hacen más por el mundo
que los que combaten”
Donoso Cortés
La humanidad es un árbol
de una copa gigantesca.
Tiene millones de hojitas
diferentes todas ellas
que, como habrás colegido,
lector, son las almas nuestras.
De la intemperie al capricho
no hay una que no esté expuesta.
Unas, gozosas, se mecen
cuando la brisa las besa,
y otras, con mala fortuna,
las azota la tormenta.
Unas, (que son hoy bastantes
y que yo soy una de ellas)
debido a tan largo tiempo
que al tiempo llevan expuestas,
están pálidas y mustias,
marchitas y amarillentas;
de modo que, si un chubasco
ligero las zarandea,
por más que al árbol se agarren,
vienen, sin remedio, a tierra.
Y hay otras (muchas) lozanas,
con verdor de primavera,
que con juvenil impulso
circula la savia en ellas.
Aunque con vigor hercúleo
están al árbol sujetas,
de ráfagas imprevistas
el furor y la violencia
las suelen tronchar, a veces,
y dar con ellas en tierra.

Tuvo y tiene muchos frutos
el árbol que son...¡Preseas!
Son esas almas que fueron
y son, por su inteligencia,
las que solemos llamar
familiarmente...¡Lumbreras!
Esa que, poniendo en juego
su corazón y cabeza,
de su vivir en el árbol
dejaron y dejan muestras
de que cultores eximios
fueron del arte y la ciencia.
Y vienen a mi memoria,
Cervantes, la Avellaneda,
Dante, Virgilio, Zorrilla,
Lope, Calderón, Heredia,
Newton, Finlay, Galileo,
Laplace, Colón, Marchena...
Sabios y artistas que al árbol
le dieron gloria y belleza,
y belleza y gloria siguen
prestándole los que ostenta.

También tuvo y tiene el árbol
flores fragantes y bellas;
y, tan humildes, que nunca
su faz mostraron ni muestran.
Ocultos entre las hojas,
como si fuesen violetas,
están y estuvieron siempre
dándose a Dios en ofrenda
por los millones de hojitas
que nunca de Dios se acuerdan.
Son esas almas sencillas,
humildes, castas, sinceras,
que vivieron y que viven
de Dios a la voz atentas.
Y surgen en mi memoria
las imágenes excelsas
de Crisóstomo, Agustín,
San José, Santa Teresa,
Don Bosco, la Virgen Madre,
el poberello, Erigena...
y la pléyade sin cuento
que es gloria y prez de la Iglesia.

Y se me ocurre pensar
que si hoy el árbol conserva,
a pesar de los embates
que el comunismo le asesta,
la frescura y lozanía
que tuvo en sus buenas épocas,
se debe a que Dios aspira
la rara y mística esencia
de esas flores: La oración.
Si orásemos como ellas;
si cada hojita del árbol
a Dios con unción pidiera
que al árbol en que vivimos
del marxismo lo proteja,
tal la protección sería,
que hemos de ver con sorpresa
esfumarse, como el humo,
del marxismo la tormenta.

Hojitas que junto a mí
vives con indiferencia;
no olvides que la oración
tiene poderosa fuerza.
Reza, pues, hermana hojita.
¡Reza, hojita hermana...! ¡Reza!

José A. del Valle
Miami, 9 de junio de 1986