Ép. y Míst. Pág. 108 - Obra No. 43
El poeta en un altercado con su
alma y la imaginación, a la que Sta. Teresa
llamaba, a esta última, “La Loca de Casa”


Por Eso


Para Felipe Lizama Jr., sin la
veleidad del alma del poeta.
¡Calla, loca!
¿Qué pretendes?
¿No comprendes
que no cesas de pedir?
¡Por favor, estate quieta!
Ya no sé con qué receta
lograré verte dormir.
Tus caprichos se suceden
como imágenes de espejo;
y a pesar de que soy viejo,
no hay palabra,
no hay consejo
que me quieras escuchar;
como el mar eres inquieta,
como el mar, eres veleta,
y ambiciosa como el mar.

Que me maten si te entiendo:
¡Quiero ruido! ¡Quiero estruendo!
¡Movimiento! ¡Agilidad!
Así gritas muchas veces
y otras muchas despereces
por quietud y soledad.
¡Quiero vino! ¡Quiero vino!
Y aunque el vino sea divino
por vinagre lo reemplazas
y tras éste pides miel;
y de sólo ver las tazas
pides heces
cien mil veces
más amargas que la hiel.

Así un poeta a su alma amonestaba;
mas esta, veleidosa,
que por ser de poeta no callaba,
le replicó al momento:
En verdad, mi señor, por ti lo siento;
mas, al ser caprichosa
debes “el lauro en que ceñís la frente”;
no hay de la poesía
más abundosa fuente
que el cambiar sin cesar; si es bello el día,
sólo en la noche la razón estriba
y lo exótico y bello del paisaje
es, sin disputa, el viaje
con su raudo girar quien lo motiva.
¡Sin duda! Eres poeta
por ser yo como soy: loca y veleta.

José A. del Valle