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Libreta 10a. Pág. 193 – Obra No. 1126
Lírica

A mis Nietos Diana y Carlos,

en sus Bodas, al regalarle un crucifijo.


Que sobre esa unión descienda
las bendiciones del cielo.
Eso a Dios con toda el alma
le estoy pidiendo, mis nietos.
Y si el Señor me complace
como yo confiado espero,
serán los dos tan felices
como en realidad lo fueron
el abuelo y su Felita
por muchos años; aquellos
cincuenta en que, a Dios amando,
en santa paz convivieron.
Para que felices sean
un crucifijo les dejo,
que además de crucifijo
es, sin duda, un libro abierto.
Cuando el crucifijo miren,
cual si estuviesen leyendo,
piensen que Jesús en él
con amor cálido y tierno
les está diciendo: “Hijitos,
si estoy en la Cruz sufriendo,
además de redimirlos
les doy de entereza ejemplo
para que, si en fosco día
les hiriere el sufrimiento,
sepan los dos aceptarlo
igual que Yo supe hacerlo
cuando en la Cruz me clavaron,
por amor al Padre Nuestro.
Pero observen que también
tengo los brazos abiertos
para abrazar a los hijos
que del corazón han hecho
un altar para adorarme
como Yo quiero y merezco.
Y las llagas de mis manos
las he tornado veneros
de paz, de amor y de dicha
que derramo sobre aquellos
que en los momentos de prueba,
con un corazón abierto
a la fe y a la esperanza
en Mí los ojos pusieron.”

Que el crucifijo es un libro,
ténganlo los dos por cierto.
Un libro que no se cierra;
que perennemente abierto
está, para que los hombres
más que con el intelecto
con el corazón, podamos
interpretarlo al leerlo.

Sé que leerlo sabrán
con el corazón, mis nietos,
cuando estén recogiditos
del santo hogar en el templo.
Y sepan que al crucifijo
le he dado múltiples besos
para que haga de ellos Cristo
la bendición del abuelo.

Con el alma.
José A. del Valle