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Libreta 11a. Pág. 136 – Obra No. 1191

Espíritu  y  Vida

De un árbol corpulento que se yergue
frente a mi humilde y plácida casita,
suele arrancar el viento con su furia
hojas a las que el tiempo, por envidia;
porque se ve ya viejo y ve en las hojas
vigor y lozanía,
se complace cruelmente en marchitarlas
hasta arrancarles la preciada vida.
De ellas, una, Céfiro en sus alas
la trajo a mi casita.
La levanté del suelo y, ya en mis manos,
al verla paliducha y amarilla...
con dolor en el alma, suspirando,
me dije: ¡Pobrecita!
Estaba ayer lozana, juvilosa,
dándole al árbol bella lozanía,
y hoy vuelve al polvo conque Dios le diera
maravillosa vida.

A mí también el tiempo
me ha marchitado ya; ya se aproxima
con su guadaña la implacable muerte
porque ve que ya soy hoja marchita
y cree, por eso, que le soy inútil
al árbol de la vida.

Pero no, que la luz del entusiasmo
aún en mi ser resplandeciente brilla;
aún me sigue besando castamente
la diosa Poesía,
y aun cuando, al fin, la muerte
hunda mi cuerpo como leve hojita
en el polvo voraz de que está hecho,
el alma, el soplo con que Dios un día
le dio vida a ese cuerpo,
en alas del Amor, ¡con qué delicia
ascenderá a los cielos
para cantar de Dios las maravillas!

Lo que Dios hizo con inerte polvo...
¡al polvo bajará!
Y a lo que anhelos le infundió de cielo...
¡al cielo subirá!

José A. del Valle
Miami, 24 de junio de 1989
Día de San Juan Bautista