Libreta 9a. Pág. 78 – Obra No. 929

A Pepito Cueto,

por su noble gesto


Un flamboyán, ese árbol
que es tropical poesía,
sembraste un día, Pepito.
Un día que no lo olvidas
porque en él murió Josefa
tu idolatrada abuelita.

De ella en sagrado recuerdo,
lo sembraste. ¡Qué alegría
sentirás al contemplarlo
y pensar que simboliza
el cariño que por ella
sentiste cuando vivía.

Al disfrutar de la sombra
de tu flamboyán, medita
que a la muerte de tu abuela
le debe el árbol la vida.

Al disfrutar de la sombra
de tu flamboyán, musita
una oración por Josefa,
que Dios no deja de oirla.

Al disfrutar de la sombra
de tu flamboyán, la vista
levanta y pide a sus flores
(si es en la estación florida)
que el perfume que atesoran,
en intangibles espiras
hasta el Señor lo levanten
y al mismo tiempo le pidan
que lo acepte como ofrenda
que tu abuelita le brinda.

Al disfrutar de la sombra
de tu flamboyán, olvida
por un momento del mundo
todo cuanto te cautiva,
y piensa que es esa sombra
copia, aunque no fidelísima,
del tierno y dulce regazo
en que, cuando te dormía
tu abuela, ésta gozosa,
te arrullaba con caricias.

Si con los ojos del cuerpo
y los del alma lo miras,
verás que en tu flamboyán
dos poesías palpitan:
La que la naturaleza
le dio con mano de artista
y que es del reino de Flora
la más bella y sugestiva,
y aquella que tú le diste
llorando por tu abuelita:
¡La poesía del alma!
¡Espiritual poesía!

José A. del Valle
Miami, 10 de Sep. de 1984