Ante una Foto de mi Nieta Violetica,

recibida en el exilio.

¡Nieta del alma! No sabes
cuánto placer y alegría
nos dio recibir tu foto
y con ella tu sonrisa.
¡Tu sonrisa! Cuánta gracia
y encanto y paz y alegría
la que con ella en las almas,
nieta del alma, prodigas!
Cuando sonríes, Violeta,
vas dejando tal delicia
y encantos tales y tantos
en las almas que te miran,
que sonrien, sin quererlo,
al contemplar tu sonrisa.
Es tal el candor y gracia
con que adornas tu carita,
que parece que diciendo
vas a todo el que te mira:
Hay un cielo; si; miradlo
reflejado en mi sonrisa.
Es que te besan los ángeles
y al besarte, las mejillas
hacen un rictus gracioso
que te exorna y te ilumina
y le da a todo tu rostro
esa expresión graciosísima
que no hay quien pueda cantarla...
¡pero hay quien pueda sentirla!:
Estos dos viejos abuelos
que por besarte suspiran
y que no pudiendo hacerlo,
se contentan, nieta linda,
con sonreir cuando admiran
la gracia de tu sonrisa.
Se contentan con besarte
de la foto en la carita,
sabiendo que tales besos
(hoy sus únicas caricias)
los ángeles del Señor
los pondrán en tus mejillas
para que alegres el mundo
con la luz de tu sonrisa.
¡Para que alegres el mundo!
Por eso, nieta querida,
besan y besan tu foto,
Abuelito y Abuelita.