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Lib. 5a. Pág. 37  -  Obra No.  413
Con versos simples octosílabos nos narra una historia
con la que nos hace reflexionar el hecho de que podemos
pasar por esta vida sin haber avanzado un palmo.

PIADOSA  LECCIÓN


El hombre se agita y Dios lo conduce
(Bossuet)

Créeme lector, que lo que voy a contarte
aconteció en Caimito del Guayabal; un
pequeño pueblo de la provincia de
La Habana, Cuba.

Casos hay que si te cuentan,
parecen, caro lector,
por la rareza que entrañan,
pura fábula o ficción.
Esto que contarte quiero
lo sé por mi abuelo yo,
y es tan cierto como es cierto
que es clara la luz del sol.

Un hijo de éste mi abuelo;
mi amado tío Ramón,
de Cuba en el bello campo
y en un bohío nació.
Se hizo joven aquel niño;
y, no ignorarás, lector,
si eres joven o lo fuiste,
cómo la imaginación
en esa edad veleidosa,
tan fogosa como el sol,
forja lejanos castillos
de felicidad y amor.

Partió del hogar el joven,
y, porque su corazón
forjó lejanas quimeras,
también la patria dejó,
y de otras tierras y playas,
de otros mares y otro sol
la sublime poesía
gozó extasiado Ramón.

Diez raudos y cortos años
nuestro buen joven corrió
desalado y presuroso,
tras la dicha y el amor.

Pero las alas aquellas
que le prestó la ilusión,
fueron la fuerza perdiendo
y con la fuerza el valor;
de modo que aquel mancebo
de fogoso corazón,
de juvenil entusiasmo,
todo salud y vigor
que partió de casa un día,
enfermo a casa volvió.

Tras de penosa dolencia
murió el infeliz Ramón.
Cuando enterrado lo hubimos,
traspasado de dolor
y ante la tumba del hijo
así el abuelo me habló:
“Escucha nieto querido,
lo que a relatarte voy:
grábalo bien en tu mente
como piadosa lección.
Esto que hoy es cementerio
fue, cuando Ramón nació,
de este pobre abuelo tuyo
una finca de labor.
Aquí donde estamos ambos
el rústico hogar se alzó.
El aposento y la cama
estaban donde yo estoy...
y mira la sepultura
donde descansa Ramón:
a una vara, justamente,
del lugar donde nació.
El hombre, nieto querido,
corre lo que quiera Dios.”