Ep. y Míst. Pág. 93 - Obra No. 35
Exortación


¡ DESPIERTA !


A mi tío Manuel A. Suárez,
con toda el alma.
¿Qué llevas dentro de ti?
Pregunté a un materialista.
-Pues ¿qué he de llevar? mi amigo;
llevo sangre, huesos, vísceras...
-Y ¿nada más? -Eso sólo
me dice la Anatomía
que es todo lo necesario
para “cargar”con la vida.

-Y ¿qué, te resulta carga
la existencia? -Y ¡no chiquita!
Que es tanto lo que me pesa,
son tan grandes mis fatigas
que no me faltan deseos
de quitármela de encima.
Y ¿no es para ti otra carga?
-Sí, pero es tan ligerita,
tan ingrávida, tan leve,
que es raro, muy raro el día
que me acuerdo de que llevo
“carga alguna a las costillas”.
Y ¿sabes por qué? Pues oye:
porque además de esas vísceras
y esos huesos y esa sangre
de que habla la Anatomía,
tengo un alma aquí en mi pecho
capaz de obrar maravillas.
Un alma que a Dios conoce;
un alma que aún más arriba
de donde están esos astros
que eternamente vigilan,
puede subir: y ¡oh prodigio!
no es subir lo que me admira;
es que es capaz de, al Dios mismo
de quien recibió esa vida
y esas ansias y esas alas
por las que llegó allá arriba,
hacerle su prisionero;
encerrarlo en ella misma
y hacer que baje a este pecho
donde con ansias palpita
mi corazón. Pero escucha;
que aún hay mayor maravilla:
es que ese Dios que ha bajado
cautivo del alma mía,
lejos de enojarse, ¡oh, magia
del Amor y de la Vida!
está de placer vibrando;
está con dulce sonrisa
colmando de mimos tiernos
y celestiales caricias
a la propia carcelera
que atolo con tantas ligas.
Si es capaz el alma nuestra
de tal prodigio, ¿te admiras
de que al cristiano le sea
tan llevadera la vida?
Tú también, hermano, (y óyeme
sin que lo olvides ni digas
que hay en mis frases sinceras
un átomo de mentira)
tienes alma; un alma grande;
un alma de Dios muy digna;
capaz de tales prodigios
que tal vez ni los concibas,
pero, que a pesar de todas
sus cualidades divinas
yace olvidada en la sombra,
si no muerta, bien dormida
por los gases y vapores
del volcán de tu doctrina.
Despiértala y serás otro.
¡Despierta, materialista!

José A. del Valle