Libreta 6a. Pág. 12 - Obra No. 460
En una tarde lluviosa, con una Lira, invita a cantar,
especialmente a aquellos a los que la tarde gris les
hace llorar y les asegura que el canto disipará la
bruma de sus almas.


¡Canta!


Está la tarde gris, gris y lluviosa.
Gris y lluviosa como tantas almas
que la neblina de la pena envuelve
y azota el aguacero de las lágrimas.
Si está tu alma así, escucha, escucha
cómo cantan los grillos y chicharras,
y repite el coquí su agudo nombre
y los pájaros cantan.
Imítalos, si cantaras, mi amigo,
y por seguro ten que
el sol de la alegría
rasgaría la bruma de tu alma
y cesaría, repentinamente,
la lluvia de tus lágrimas.

¡Canta! Pero, no aquello
que el libertino canta;
ni lo que el vulgo aplaude;
ni lo que al necio agrada.
Canta salmos y trovas en que vibre
tu amor al Padre nuestro en tus palabras.
Lanza al cielo tus coplas cual saetas
con que lo punces y sus frutos abras
y verás con qué chorros de alegría,
bendiciones y gracias,
nuestro Padre, tu Padre
transformará tu alma.
¡Cántale, pues, amigo,
que El no deja sin premio al que le canta!

José A. del Valle
San Juan de Pto. Rico, 25 de Nov. de 1974