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Ép. y Míst. Pág. 99
Obra No. 38 – Poesía Lírico Didáctica

RESURRECCIÓN


Para mi cuñado Andrés Méndez,
con cariño de hermano.
El sacrosanto sepulcro
cuatro soldados lo guardan;
cuatro soldados dispuestos
a aniquilar con sus armas
al que intente apoderarse
del Cuerpo que allí descansa.
Mas, ved, no cuidan tal Cuerpo
porque piensen que Éste valga;
lo cuidan por los temores
de que a robárselo vayan
los Discípulos, y el robo
se trueque en milagro y magia.
Guardas pusieron los hombres,
pero Dios puso sus guardas:
sus ángeles, sus soldados.
Sus servidores sin mácula
que adormecieron a aquellos
sólo con una mirada.
Y así como de la sombra
surgen las galas del alba,
surgió del sepulcro oscuro
¡Nuestra Luz! ¡Nuestra Esperanza!

Tú eres, hombre, otro sepulcro
donde yace muerta un alma;
que cuatro soldados guardan;
cuatro diabólicos seres
que ni duermen ni descansan:
la Lujuria, la Soberbia,
la Ambición y la Ignorancia.
¿Quieres vencerlos? Escucha:
guarda en ti, guarda con ansias
el sacratísimo cuerpo
de Jesús, y espera, aguarda;
que el ángel custodio tuyo
con la luz de su mirada
dará muerte a esos dragones
y a tí la vida, la gracia;
sí; que con ésta (que es arte
con que Dios llama a las almas),
resucitará la tuya
que, unida a Jesús con ansias
de amor y arrobos eternos,
será gloria anticipada;
deleite del Dios que adora;
custodia de Dios avara;
será Dios mismo ¡Dios mismo!
¡Abre, sepulcro, la tapa!
¡Deja a Dios que en tí penetre,
que el ángel custodio aguarda!