Libreta 6a. Pág. 73 - Obra No. 493
Con una Silva anima a los Cursillistas a no desfallecer,
que el triunfo está, no en el camino, sino en la meta


¡Triunfaremos!


¿A dónde el hombre va? ¿Qué oscura senda
es la que ha tiempo ya que va siguiendo?
De tal modo en el mal está inspirado,
que veo consternado
que si no rectifica y no se enmienda;
persiste, indiferente, en el pecado
y no le pone a sus pasiones rienda,
ni arranca de sus ojos
de la maldad y del error la venda,
¡ rodará despeñado!

Clama en vano la Iglesia
¡Rectifica, mortal, cambia de ruta!
Nada detiene al terco caminante
que, sediento y jadeante,
quiere gustar la tentadora fruta.

Tú, si eres cursillista que me lees;
yo bien sé que no crees
que tenga nuestra rápida existencia
otro fin que gozar mientras vivamos
aunque fríos y apáticos tengamos
que taparle la boca a la conciencia.

Tú no eres de ésos, no.
Tú no eres hombre lúbrico e impuro
Como buen cursillista eres de aquellos
que del faro de Roma a los destellos
marcha con pie seguro.
Tú eres de aquellos a quien Cristo guía;
tú eres el hombre bondadoso y puro
que marcha al cielo por la recta vía.
Tú eres el hombre plácido y sencillo
que igual que a mi y en venturoso día,
de cristiandad el bienhechor Cursillo
transformó totalmente,
y ambos, gozosos, cuando de él salimos
con entusiasmo juvenil creímos
que el triunfo coronaba nuestra frente.

Que el Cursillo es un triunfo, ¿quién lo duda?
Es un triunfo en verdad; mas pasajero.
Es un triunfo y escala en el camino,
querido compañero.
Escala en esa senda
que tiene a Dios por término y destino.
Es árbol a la orilla del sendero
que nos invita a descansar; venero
de agua tonificante
que además de energía,
le regala entusiasmo y alegría
al débil caminante.
Es un árbol; ¡sin duda! Pero un árbol
que sólo tiene de esperanza flores.
Es lindo, sí, muy lindo;
repleto está de aroma y de colores.
No pretendas dormir confiadamente
como aquel que triunfó rotundamente,
al frescor de su sombra bienhechora;
no te quedes al borde de la fuente;
camina, sí, ¡camina!... que la aurora
con su mano de luz orientadora
acaricia amorosa nuestra frente.
Adelante, mi hermano, que el fracaso,
para aquel que desiste, es una afrenta.
Mira que si en la senda nos quedamos
y por falta de fe nos rezagamos,
tarde o temprano rendiremos cuenta.

Tú sabe, como yo, que el cuarto día (1)
es ascensión rudísima y constante
y, que aunque peor fuese, la alegría
debe siempre adornar nuestro semblante.
La alegría del alma; la cristiana;
no la fríbola, fútil y mundana.
¡La que es fuente de santa poesía!
Y si tenerla en realidad queremos,
la tendremos con creces si comemos
el manjar del Amor: ¡la Eucaristía!

Piensa que los que el triunfo han conseguido
cerraron siempre corazón y oído
a toda voz que pesimismo entraña
y que nosotros el deber tenemos
de llegar. ¡Llegaremos!
¡Dios está con nosotros!
La bandera del triunfo plantaremos
en la cumbre de luz de la montaña.

¡Triunfaremos! ¡Sin duda! Triunfaremos
porque todo se alcanza
cuando la mano del deber nos guía;
cuando la fe nos presta su alegría,
y ponemos en Dios nuestra esperanza

José A. del Valle
S. Juan de Pto. Rico, 7 de Marzo de 1976

(1)El Cursillo de Cristiandad dura tres días.  
Llamamos cuarto día a todo el tiempo que
vive el cursillista después de terminar el Cursillo.