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Libreta 3a.  Pág. 313 - Obra No. 273
En Décimas y de forma jocosa anima
a las esposas cursillistas a que, al llegar
a casa, desplieguen sus desvelos en poner al
propio esposo con los colores del Cursillo.

En Broma y en Serio

Aclaración:

Un consejo a la casada;
y perdone la soltera
si en esta trova sincera
no la nombro para nada.
No es que haya sido olvidada;
es que el asunto elegido,
sobre el matrimonio ha sido;
que alguna casada habrá
que necesidad tendrá
de hacer mejor al marido.

Mujeres que del Cursillo
de Cristiandad retornáis
y que dispuestas estáis
a darle al hogar más brillo...
mas, no ese brillo sencillo
que es tan fácil de lograr
y que consiste en fregar
lo sucio y lo deslucido;
¡brillo al alma del marido;
que es más difícil de dar!

Mujeres: vuestra labor;
(no la labor de tejer)
sino la labor de hacer
que el marido sea mejor;
esa de darle color
cuando se os ha desteñido...
ésa, no la habréis cumplido
como obligadas estáis,
hasta que no consigáis
darle un cursillo al marido.

Porque los hay...¡la verdad!
(y esto no es murmuración)
hay mariditos que son
tremenda calamidad.
Para tal enfermedad,
el remedio es muy sencillo:
se le mete en un cursillo...
y sale una nueva pieza,
aunque tenga la cabeza
tan dura como un ladrillo.

Y si os dice: yo hoy no voy;
déjalo para otro día...
porque si en la factoría...
porque sin dinero estoy...
el consejito que os doy
es que empleéis una tranca.
Pero tranca hecha palanca.
Palanca para empujar,
como se suele emplear
en un carro que no arranca.

Mas, si ya está de colores,
entonces cambia la cosa:
porque el esposo y la esposa
marchan los dos entre flores
de suavísimos olores,
dadas las manos los dos
y yendo de Cristo en pos
bendiciendo el cuarto día,
con esa santa alegría
que da la gracia de Dios..  

Paterson, 1964