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Libreta 2a. Pág.183 - Obra No. 118
Romance Octosílabo en el que juega con las
típicas promesas que todos hacemos en
Navidad y Año Nuevo y esto, de una
manera bien jocosa y ocurrente

Promesas y más Promesas.

Recitada el 20 de Diciembre de 1946
en la Academia de la Unión 105 de
Monserrate, con motivo de las
vacaciones de Pascua de Navidad

Reverendo Conciliario;
profesores de la escuela;
discípulos de ambos sexos;
distinguida concurrencia.
Este paréntesis áureo
que abrimos con esta fiesta
para celebrar en él
la Navidad que se acerca.

Estas cortas vacaciones
que en este instante comienzan
y que en nuestras almas ponen
tantas divinas promesas...
Promesa de entrarle al pavo,
y al lechón y a la guinea;
y al turrón y al mazapán,
y al vino y a la cerveza.

Promesa de no coger
una fuerte borrachera;
que ésta es, sin duda, entre todas
la más difícil promesa.
No porque crea que ustedes...
no; no hay tal; no ¡quién lo piensa!
Yo sé que ustedes, hermanos,
no toman más que Materva.
Mas, también sé lo que pasa
la noche de Nochebuena;
lo sé, porque me ha pasado,
y eso le pasa a cualquiera:
que una camada de cal;
que otra camada de arena;
que un toquecito de vino;
que otro toque de cerveza...
y cuando cuenta nos damos...
no podemos darnos cuenta;
porque llovió tanto, tanto,
que se inundó la azotea

Estas áureas vacaciones,
vuelvo a decir, nada extensas
son en verdad, y... ¡qué largas
nos resultan en promesas!
Sí; que después de cumplir
todas las de Nochebuena,
nos quedan las de Año Nuevo;
entre las cuales descuella
la que textualmente dice:
"Año Nuevo, vida nueva".
Esta es promesa, señores,
que mil promesas encierra:
Promesa de no ser tonto
como si hasta aquí uno lo fuera;
promesa de transformarse
de los pies a la cabeza
y de la cabeza al suelo...
aunque no llegue a las suelas.
Mas, si alguien quiere cambiarlas,
váyase a casa de Cuenca,
que vende cada zapato
más fuerte que una madreña;
y que además de ser fuertes,
los vende a precio de feria.

Pero, ¿ dónde estoy señores?
¿ Quién imaginar pudiera,
que por andar en los pies
iba a perder la cabeza?
Volvamos con nuestra charla
a las cosas de la escuela;
a las cortas vacaciones
y a sus múltiples promesas.
Prometamos desde ahora,
de Navidad tras las fiestas,
cumplir en todo el programa
que admirablemente encierra
la fórmula sugestiva
de "Año Nuevo, vida nueva".
Que cumplir este programa
es cumplir el de la escuela;
es no contar los minutos
mientras se está en la Academia;
es darle a la maquinita
hasta dejarla sin teclas;
es no alegrarse al mirar
que es hora ya de que Cuenca
dé un toque a la campanilla
que tiene sobre la lengua;
digo ¡ no! a la campanilla
que tiene sobre la mesa.

Es no imitar a Facundo;
y en cambio, seguir de cerca
los pasos del Director,
cuyo apellido (1) demuestra
que no teme a las espinas,
que pueda hallar en su senda.
Y no es sólo el apellido;
que ayer presencié una escena
que me dejó, sí, señores,
tres cuartos la boca abierta;
pues lo oí que así decía:
no puede ser; deja, deja;
seguiré como hasta aquí
yo cumpliré mi promesa.
Y ha de cumplirla, señores;
que todo aquel lío era
por sólo un par de zapatos
que quiso venderle Cuenca.

Teniendo tan alto ejemplo
¿quién desmayará en la empresa?
¿quién, aunque emprenda la marcha
yendo en plantillas de medias?
Animo, pues, y digamos:
Año Nuevo, vida nueva.
Pero para que podamos
cumplir tan formal promesa,
roguemos no llueva mucho
la noche de Nochebuena.
No porque los chaparrones
nos inunden la azotea;
sino porque con el fango
que se formaría en la senda,
no podríamos dar un paso
ni descalzos, ni con medias;
y no nos valdrían, señores,
¡ ni los zapatos de Cuenca!

(1)  Descalzo.