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Libreta 2a.  Pág. 71 - Obra No. 91
Exortación al heroísmo cristiano en el obrar

Cordura de Don Quijote

Ayer, cuando a escribir me disponía,
para daros la lata, unas cuartillas
en prosa ruín, vulgar, como es la mía;
la musa, que a mi lado
la llevo siempre como buena esposa,
al verme con la péñola en la mano,
¡alto! me dijo; si escribís en prosa
haciendo al verso y la medida agravio,
os juro por quien soy, que ni una glosa
siquiera más os dictará mi labio.

Bien sé que pueden todos cuenta darse
del apuro en que un bardo pueda hallarse
cuando la musa tal razón le espeta;
pues sé bien que sabéis (sin que os dé orgullo,
porque es una razón de Perogrullo)
que un poeta sin musa no es poeta.

Como tengo la prosa por más seria
aunque muchos la juzguen más barata
la hubiera, francamente, preferido;
mas, no habiendo la musa consentido,
perdonadme que en verso os dé la lata.

Pues bien; la pluma en mano
y a complacer dispuesto
de mi musa el capricho soberano
me hallaba ya, cuando ante mí, y enhiesto;
montado en Rocinante, lanza en ristre,
surgió el espectro del señor Quijano;
el manchego inmortal de ilustre mote:
el señor Don Quijote.
Cuando lo vi calarse la bacía,
terciar su lanza y enarcar el busto
tal como hacer solía
cuando la Mancha recorrió a su gusto,
me dije en medio del terrible susto:
¡Adios, lira, belleza, poesía!

Pero no; que en mitad de su locura
supo siempre dar muestras de sensato:
pues al ver que mi rostro era el retrato
del miedo y la pavura,
cambiando de talante y de postura,
me dijo así, con amigable trato:
Bien sé que eres cristiano caballero
cual yo también lo soy; por eso quiero
que hagas de esos tus versos un mensaje
que mi cristiano corazón envía,
no sólo a aquellos que contigo luchan
con denuedo y coraje
porque una plaza más tenga la santa,
católica, sin par caballería;
sino también a aquellos caballeros
que a pesar de tratarse con Mercurio,
(dios de la nocturnal mitología)
demuestran ser católicos guerreros;
que la plata aventaja a los aceros
si es la batalla intelectual y pía.

Decidles que mi brazo y mi pericia
no otra cosa buscaron
en cuanto agravio desfacer lograron,
que el reinado de Dios y su justicia.
Que lo busquen cual yo, de ardor enchido;
sin rubor y sin miedo; convencidos
de que no puede haber sobre la tierra
más gloriosa labor para los fieles,
que concitar a todos a la guerra
contra el mónstruo infernal de la ignorancia
y en el campo glorioso de planteles
que defiendan al joven con broqueles
de católica y santa militancia.

Es que además de ennoblecer la brega
porque es noble la causa, nos congrega
la promesa de Cristo, tan segura
como henchida de célica delicia:
si mi Reino buscáis y su justicia,
lo demás se os dará de añadidura.

Si aquí de nuevo a la palestra salgo,
(siguió diciendo el ingenioso hidalgo)
no es para combatir; que ya es pasada
la edad aquella en que impusieron leyes
mi fuerte brazo y mi gloriosa espada.
Si aquí de nuevo estoy, es para darles
a todos con mi voz y con mi ejemplo,
el coraje y la fe de que os auguro
tendréis necesidad en un futuro
negro e infernal que desde aquí contemplo.
Si aquí de nuevo estoy, es porque quiero
sepa la juventud, que, si la idea,
por brillante que sea,
no es hija del cristiano sentimiento,
puede trocarse en roedor tormento,
lúgubre aurora, o incendiaria tea.
Si aquí de nuevo estoy, es porque quiero
dar a tan altruistas comerciantes,
además de las gracias más cordiales
que la Unión ciento cinco les envía
por su aporte magnífico y sincero
a esta obra social, moral y pía,
de cordial parabién de dos atlantes
que de Albión y de España gloria fueron
y al arte prez y majestad le dieron:
el gran Shakespeare y el genial Cervantes.

Recitada en el Instituto Americano, con motivo
de inaugurarse la Escuela que la Unión 105 de
Monserrate estableció para dar clases de español,
inglés y contabilidad a empleados del comercio
de dicha Parroquia.  Septiembre de 1945