Libreta Segunda Pág. 53 - Obra 87
Poesía en homenaje y
exaltación al apostolado cristiano
Asociación Caballeros Católicos de Cuba,
con motivo de acercarse ésta a sus Bodas de Plata.
Poesía en homenaje y
exaltación al apostolado cristiano
Homenaje
Ofrecido por la Unión No. , a laAsociación Caballeros Católicos de Cuba,
con motivo de acercarse ésta a sus Bodas de Plata.
Porque aprecio de veras a Bombino,
y por ser lo que soy: monserratino
y por tanto obediente,
del hermano a la voz, que dijo: vate;
no puede allí faltarnos Monserrate,
aquí estoy, pues, para gritar: ¡presente!
Para cantar, con toda la alegría
que inunda el alma mía,
tu gesto, Unión hermana.
Y quien pudiera en alas de los ecos
transportarlo cual rítmica campana,
y llenar con tu júbilo y tus dones
a tantos corazones
que deambulan, marchitos, por la Habana.
Mas, no es sólo la Habana, hermanos míos,
sede y trono de abúlicos e impíos;
no es aquí solamente
que amenace la bárbara corriente
del paganismo y metalismo fríos:
es la campiña nuestra, la cubana,
la que al álito frío de la Habana
se le va el corazón petrificando;
se va de modo tal paganizando,
que ¿quién sabrá lo que será mañana?
Los que en verdad amamos nuestra tierra
porque amamos a Cristo;
los que en verdad nos duele y nos aterra
ver las tantas miserias que hemos visto;
los que somos soldados
de esta legión que por Jesús combate
y estamos empeñados
del alma del hermano en el rescate,
cada vez que una fecha nos congrega;
cada vez que una Unión alza o despliega
su pabellón en jubiloso alarde,
el corazón nos arde
con más fuego de amor para la brega.
Por eso esta velada,
a más de ser un himno en la jornada
de esta Unión luchadora,
es sombra y refrigerio del camino;
es árbol cuya fruta bienhechora
nos está dando ahora
vigor para cumplir nuestro destino.
Y es algo más también: es alborada
de un día que ya apunta; es clarinada
de un bello amanecer que ya oteamos;
es preludio de un día que esperamos
con afán que los nervios nos desata:
¡Ya nuestra noble Asociación se apresta
a celebrar con júbilo la fiesta
de sus Bodas de Plata!
Cuentan los que lo vieron;
(que es igual que decir que lo vivieron)
que un día; ¡fausto día!
allá en la Grande Sagua,
(a la que yo sin miedo llamaría
nuestra santa y cristiana Demajagua)
un Valentín que es todo valentía
y el Padre Esteban, que aunque no quería
emular al Esteban de la Historia
su vida hubiera dado
si Cristo se la hubiese demandado
en aras de su gloria...
Este par de insurgentes,
congregaron a un grupo de creyentes
al conjuro de santo y noble grito;
grito que aún hoy resuena
y que de Cuba el ámbito ya llena
con sus santos anhelos de infinito.
Mas ¡ay! hermanos míos;
lleva un cuarto de siglo resonando
y aún yace en el letargo nuestra tierra;
no despertó del todo
a este grito de amor y santa guerra.
Mas, ¿qué es esta velada?
Un eco de aquel grito
y sonora y vibrante clarinada
que anuncia el fausto día
en que todos, a coro, cantaremos
un himno, cual debemos,
a estos hombres de santa rebeldía.
Y ¿qué himno mejor, hermanos míos,
podremos entonar en sus loores,
que redoblar los bríos
en honor del Amor de los amores,
y repetir, un día y otro día,
al hermano que duerme a nuestro lado,
en ansias de sublime apostolado,
cual eco de aquel grito,
nuestro santo mensaje de ternura
que a toda criatura
satisface en sus ansias de infinito.
Sembremos en las almas nuestro anhelo,
como semilla santa,
y veremos que Cuba se levanta
ansiosa, al fin, de conquistar el cielo.
José A. del Valle
Para mi estimado Hno. en Cristo,
Rogelio Bombino, cordialmente.
y por ser lo que soy: monserratino
y por tanto obediente,
del hermano a la voz, que dijo: vate;
no puede allí faltarnos Monserrate,
aquí estoy, pues, para gritar: ¡presente!
Para cantar, con toda la alegría
que inunda el alma mía,
tu gesto, Unión hermana.
Y quien pudiera en alas de los ecos
transportarlo cual rítmica campana,
y llenar con tu júbilo y tus dones
a tantos corazones
que deambulan, marchitos, por la Habana.
Mas, no es sólo la Habana, hermanos míos,
sede y trono de abúlicos e impíos;
no es aquí solamente
que amenace la bárbara corriente
del paganismo y metalismo fríos:
es la campiña nuestra, la cubana,
la que al álito frío de la Habana
se le va el corazón petrificando;
se va de modo tal paganizando,
que ¿quién sabrá lo que será mañana?
Los que en verdad amamos nuestra tierra
porque amamos a Cristo;
los que en verdad nos duele y nos aterra
ver las tantas miserias que hemos visto;
los que somos soldados
de esta legión que por Jesús combate
y estamos empeñados
del alma del hermano en el rescate,
cada vez que una fecha nos congrega;
cada vez que una Unión alza o despliega
su pabellón en jubiloso alarde,
el corazón nos arde
con más fuego de amor para la brega.
Por eso esta velada,
a más de ser un himno en la jornada
de esta Unión luchadora,
es sombra y refrigerio del camino;
es árbol cuya fruta bienhechora
nos está dando ahora
vigor para cumplir nuestro destino.
Y es algo más también: es alborada
de un día que ya apunta; es clarinada
de un bello amanecer que ya oteamos;
es preludio de un día que esperamos
con afán que los nervios nos desata:
¡Ya nuestra noble Asociación se apresta
a celebrar con júbilo la fiesta
de sus Bodas de Plata!
Cuentan los que lo vieron;
(que es igual que decir que lo vivieron)
que un día; ¡fausto día!
allá en la Grande Sagua,
(a la que yo sin miedo llamaría
nuestra santa y cristiana Demajagua)
un Valentín que es todo valentía
y el Padre Esteban, que aunque no quería
emular al Esteban de la Historia
su vida hubiera dado
si Cristo se la hubiese demandado
en aras de su gloria...
Este par de insurgentes,
congregaron a un grupo de creyentes
al conjuro de santo y noble grito;
grito que aún hoy resuena
y que de Cuba el ámbito ya llena
con sus santos anhelos de infinito.
Mas ¡ay! hermanos míos;
lleva un cuarto de siglo resonando
y aún yace en el letargo nuestra tierra;
no despertó del todo
a este grito de amor y santa guerra.
Mas, ¿qué es esta velada?
Un eco de aquel grito
y sonora y vibrante clarinada
que anuncia el fausto día
en que todos, a coro, cantaremos
un himno, cual debemos,
a estos hombres de santa rebeldía.
Y ¿qué himno mejor, hermanos míos,
podremos entonar en sus loores,
que redoblar los bríos
en honor del Amor de los amores,
y repetir, un día y otro día,
al hermano que duerme a nuestro lado,
en ansias de sublime apostolado,
cual eco de aquel grito,
nuestro santo mensaje de ternura
que a toda criatura
satisface en sus ansias de infinito.
Sembremos en las almas nuestro anhelo,
como semilla santa,
y veremos que Cuba se levanta
ansiosa, al fin, de conquistar el cielo.
José A. del Valle
Para mi estimado Hno. en Cristo,
Rogelio Bombino, cordialmente.
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