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Libreta 2a.  Pág.93 - Obra No. 96
Poesía de homenaje a la hermandad
con un símil numérico entre la escuela de Cristo
con los Apóstoles y esta nueva Unión.


En la Fundación de la Unión de Caballeros Católicos

de Surgidero de Batabanó


Hermanos de la Unión de Surgidero:
la Unión de Monserrate,
(en nombre de la cual hablaros quiero)
porque me cree vate,
(no vate jonronero)
un vate en poesía;
cometió el insondable disparate
de hacerme en este acto su vocero,
y así me dijo un día:
Poeta, de ti espero,
cuando surja la Unión de Surgidero,
que cantes con tus versos mi alegría.

Por eso estoy aquí papel en mano,
hermano de esta Unión que hoy ha surgido,
para exponerte el cálido sentido
que le doy a este título de hermano.

No es la hermandad efímera y ligera
que encontramos sobrante en este mundo,
la que preside esta velada hermosa;
nuestra santa hermandad es otra cosa;
su amor es más profundo.
Cómo no lo ha de ser, si Amor, que es Cristo,
es su fuerza y su vida;
la razón esencial de su existencia.
Lo que Cristo presida
no pasará jamás. ¿No lo hemos visto?
En la Iglesia tenemos la experiencia.

En cambio, la hermandad con que solemos
tropezar en la calle;
esa que tanto vemos;
que tanto abunda, tiene este detalle:
Como suele formarse en la cantina,
o en el bar de la esquina,
(ya lo habéis observado, hermanos míos)
se gasta un entusiasmo y unos bríos
cuando tiene dos copas consumidas,
que algún tonto dirá cuando la advierte:
a esta hermandad tan fuerte
la esperan, como al gato, siete vidas.
Y el infeliz no sabe
que si el ron es la clave
de esa hermandad " profunda",
es torpeza inaudita
pensar que dure más que la copita
de ron en que se funda.

La nuestra, la cristiana;
no la borracha, efímera y pagana;
ésta que aquí con regocijo late,
y que en todos es santa poesía,
tiene aún más alegría
para el que es de la Unión de Monserrate.
Porque habéis de saber que el Conciliario;
el hombre extraordinario
que reuniros logró para la empresa
de ganar para Cristo a Surgidero,
lo forjó Monserrate día a día
cual en la fragua fórjase el acero;
lo talló como joya primorosa;
lo cultivó como la blanca rosa
para el amigo cálido y sincero.

Fruto monserratino:
eso es el noble Padre Bezanilla;
no cause, pues, a nadie maravilla,
su ardor de apóstol y su afán divino.
Debido a tal ardor y afán y bríos
de santo apostolado;
y a su impaciencia célica y divina,
hoy aquí contemplar hemos podido,
fielmente repetido,
un milagro de Cristo en Palestina:

Reunió Jesús a doce pescadores
a la orilla del mar de Galilea;
y cual hacen los buenos labradores,
con sangre y con sudores
sembró en sus almas la divina idea.
Idea que era fuego que abrasaba;
cuanto a su paso hallaba;
fuego que dio a la Cruz su luz divina;
un reguero de amor; santo reguero,
que al pasar por tus lares, Surgidero,
el milagro copió de Palestina.

Por eso de este mar cabe la orilla,
y de este nuestro sol a los ardores,
el Padre Bezanilla
ha reunido sus doce pescadores.
Doce apóstoles más ha congregado;
doce apóstoles más que hoy han jurado
con entusiasmo férvido y rotundo,
desparramar sobre la faz del mundo
la semilla de santo apostolado.

Hombres de Surgidero:
así como sabéis sobre un velero (1)
surcar el mar y resistir su embate,
así también espero
sepais vencer en el feroz combate
que ese otro mar del mundo, cruel y artero,
propone siempre, y en el cual abate
a aquel que no es cristiano caballero.

Arriba pues: ¡A combatir, valientes!
que ya veo brillar en vuestras frentes
la luz de la victoria.
Como los doce apóstoles primeros,
seréis doce bizarros caballeros
que al Rey de reyes le daréis más gloria.

(1)Sustantivado, como suelen hacerlo marinos y pescadores cubanos.