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Libreta 7a. Pág. 177 – Obra 748
Silva en la que describe otra de sus experiencias místicas en que Cristo toma su rostro
para enjugar sus lágrimas y las Divinas Llagas fueron lentes por las que contempló el cielo

Lentes Prodigiosas


Lloraba tanto yo; lloraba tanto
de mi vida pasada
la sorda ingratitud con que he pagado,
mi buen Jesús, de tu divina entraña
el amor que en la Cruz clavó tu cuerpo
por rescatar mi alma...
¡que viniste hasta mi!
Es que mi llanto se tornó plegaria
suplicante de paz y de clemencia,
y Tú, movido a lástima,
en tus llagadas manos, amoroso,
me tomaste la cara
para darme otra prueba de cariño:
¡Para enjugar mis lágrimas!

Y, cual si fuesen lentes prodigiosas
tus dolorosas llagas,
al través de ellas vi lo que no pueden
expresar mis palabras.
Sólo a decir acierto,
de gozo celestial henchida el alma,
que he visto el cielo; y que si el cielo es cielo,
es porque en él estás tornado en llama
de un amor que a las almas esclarece;
que con su luz divina...las exalta.
En llama de un amor que refrigera;
que no es fuego que abrasa,
y...¡qué prodigio! a su contacto queda
purificada el alma.
En llama de un amor que, porque quiso
de divinal tornársenos humana...
se transformó en tu Corazón Divino.
¡En ese Corazón con que nos amas!

José A. del Valle
Miami, 25 de Agosto de 1980