Al Sol de mi Vida

El ápice de la lanza
en tu Corazón abierta
dejó una herida que es puerta
de ternura y de esperanza.
Cuando refugio y bonanza
en toda tribulación
mi corazón con unción
te pide, Sol de mi vida,
¡Tú mismo, por esa herida
penetras mi corazón!

Y, una vez en él, mi Dios,
cual si le dieses beleño,
se sume en tan dulce ensueño
que arrobado ve que Vos
del vuestro y dél, ¡de los dos
hacéis uno solamente!
Pero, uno tan diferente
del mío de tosca arcilla...
que es portento y maravilla
por lo bello y refulgente.

Por eso yo, como sé
que ante la tribulación
en tu herido Corazón
refugio y paz hallaré
y del corazón haré
otro semejante al tuyo,
ni le temo ni rehuyo.
¿Podrá la oruga temer
si se sabe guarecer
y ocultarse en su capullo?

José A. del Valle
Miami, Semana Santa de 1986