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Libreta 9a. Pág.150 – Obra No. 990


A Las Llagas de Jesucristo


Bien sabes que tus llagas, Jesucristo,
son para mí seis fuentes cuyas aguas,
por ser efluvio de la luz divina,
me esclarecen el alma.
Como el sediento al manantial se acerca,
así me acerco a Ti para besarlas
y sorber en mis besos, con deleite,
la linfa-luz de tu divina gracia.

Cuando las llagas de tus manos beso,
¡no sé lo que me pasa!
Siento un ansia febril de hacerlo todo
como lo hiciste Tú: ¡Con eficacia!
Pienso, a veces, que Tú, porque deseas
satisfacer mis ansias,
cuando tengo el bolígrafo en la mano
para en mis versos desahogar el alma,
haces que al escribir vaya sintiendo
la sensación extraña
de que no es mi mano; que es la tuya
la que mis versos labra.

Y cuando beso de tus pies divinos
las dolorosas llagas,
recorro con la mente los senderos
donde dejaron ellos de sus plantas
las imborrables huellas,
y me atosigan apremiantes ansias
de decirles a aquellos que caminan
por senderos de error y de falacia:
¡Peligran vuestras vidas!
¡Cesad en vuestra marcha!
Venid conmigo a recorrer la senda
del amor de Jesús y de su gracia,
para llevar, mientras al cielo vamos,
una aurora letífica en el alma.

Y cuando beso aquella que en el hombro
te dejó la pesada
y dura Cruz que al Gólgota subiste,
mi corazón exclama:
¡La cruz que Tú te dignes Jesucristo,
colocar en los hombros de mi alma,
de llevarla feliz y alegremente
concédeme la gracia!
Y...¡Ay, Señor! No cierres los oídos
a ésta mi plegaria:
Haz que sepan aquellos mis hermanos
que de su cruz la carga
suspiran por quitarse de los hombros
tronchando de sus vidas la jornada.
Que van a echar sobre sus hombros otra
muchísimo más áspera y pesada:
¡La cruz que nunca lograrán quitarse!
¡La cruz eterna de infernal desgracia!

Y cuando beso aquella tan profunda
que en el costado te dejó la lanza,
no sé si a impulsos de tus santas manos,
o en alas yo de mis febriles ansias,
voy entrando por ella hasta el santuario
de tu Divina Entraña.
Hay en ella una puerta que es venero
de fe, de caridad y de esperanza,
y que tu amor dejó que te la abriese
el ápice filoso de la lanza,
para que entren por ella
a bañarse en las linfas de tu gracia
y a disfrutar ya desde aquí del cielo...
¡los pocos que te aman!

Si supieran los muchos que te olvidan
los que sin rumbo por la vida marchan
del pecado a la sombra,
y que tanto se afanan
por convertir en realidad tangible
sus vanas esperanzas,
que sólo Tú, Jesús, puedes tornarles
la vida en una célica alborada,
con corazón contrito, arrepentidos
detendrían la marcha
para caer ante tu faz de hinojos...
¡y besarte las llagas!

José A. del Valle
Miami, 12 de Dic. De 1985
Día de la Virgen de Guadalupe