Libreta 9a. Pág. 7 – Obra No. 882

Bendita Luz


Nadie, Señor es capaz
de aquilatar éste gozo,
santo placer y alborozo
con que me inunda tu paz.

Esta soledad, Dios mío,
no es soledad, porque en Ti
vivo y Tú vivies en mi.
Los dos el casto albedrío

nos rendimos mutuamente:
Tú dándome el corazón
y yo con profunda unción
reclinando en El la frente.

Y ¿qué tienen las espinas
que lo ciñen y circundan,
que si me punzan me inundan
de claridades divinas?

De una luz de tal albor,
que el amor, que es intangible
y es abstracto e invisible...
¡en Ti lo veo, Señor!

Y veo... ¡bendita luz!
que él ha sido, por salvarnos
y del infierno librarnos,
el que te clavó en la Cruz.

Ante tales maravillas,
en medio de mi estupor
te doy las gracias, Señor,
y te las doy... ¡de rodillas!

De rodillas e increpando
a los ingratos y necios:
“Aun cuando le hacéis desprecios...
¡os sigue el Amor amando!”

José A. del Valle
Miami, 20 de Dic. De 1983