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Libreta 11a. Pág. 90 – Obra No. 1173

Uno  Sólo;  el  Tuyo


Estás en la Cruz clavado;
yo junto a la Cruz estoy
abrazándote, Dios mío,
porque me mueve tu amor.
¡Escúchame, Jesús bueno!
¡No me desoigas, mi Dios!
Desclava la diestra mano
y coge mi corazón
e introdúcelo en la llaga
que la lanzada dejó
en tu costado divino,
y déjalo ahí, mi Dios,
que él sabrá, porque te ama,
porque lo atrae tu amor,
entrar por la abierta herida
que a tu amante Corazón
le dio la misma lanzada
que Longino te asetó.
Una vez dentro del tuyo,
se derretirá al calor
de esa tu Entraña divina
y uno se hará, de los dos.

Mas, por ser Jesús, el mío
de tan escaso valor
que es la gotita de agua
que el océano absorbió,
cuando el Corazón se forme,
caeré de rodillas yo
para exclamar jubiloso:
¡Ya dejé de ser, mi Dios,
el que antes era; soy otro!
Otro muy distinto soy,
porque siento que en mí late
no aquel que tu amor me dio
cuando la vida me diste
y que he tenido hasta hoy,
sino el tuyo, Jesucristo.
¡tu Divino Corazón!

José A. del Valle
Miami, 22 de Nobre. De 1988