Lib. 5A Pág. 72 - Obra No. 423
Romance en el que lleva, en imágenes, ante el Portal
del Sagrario a 5 pastorcitos suyos, a sus 3 Reyes:
y a una estrella suya, para rendirle adoración
al Niño de Belén
No me fue dable, Jesús,
vivir allá en Palestina
y verte en aquella gruta
de Belén donde María
te trajo al mundo. No importa.
Mírame ante tu cunita:
Ese pesebre-sagrario
do tu Iglesia te reclina.
Ya mis cinco pastorcitos
todos ante Tí se inclinan.
Están suspensos, absortos
y adorando de rodillas
oculta en tu Humanidad
a la Majestad divina.
Cinco pastores: oído,
gusto, olfato, tacto y vista,
que, como los de Belén,
en la noche de esta vida
y como buenos pastores,
se mantienen en vigilia
y que también como aquellos,
te hacen la primer visita.
Aquí están también los Reyes;
los Reyes del alma mía:
Entendimiento, memoria
y voluntad. De rodillas,
como los Magos de Oriente,
te dan oro, incienso y mirra.
De su luz el oro escaso
mi entendimiento te brinda,
llamándote creador
aunque eres criaturita.
El recuerdo de tus dones,
para los cuales no hay cifra,
es la mirra que te ofrece
mi memoria agradecida.
Y el incienso de su amor
mi voluntad te prodiga.
Tanto se unió con la tuya,
que ya no es ella quien dicta;
ya no es ella, ya no es ella
quien traza el rumbo a mi vida.
Postrada ante Tí, Dios mío,
con unción la frente inclina
y amorosa te repite:
Buen Jesús...¡lo que Tú digas!
Y ¿la estrella? Se concibe
sin estrella Epifanía?
La estrella es mi corazón
hecho luz radiante y viva.
Sí, que con una mirada
le infundiste nueva vida.
Lo transformaste en estrella
que va irradiando alegría
y exclamando en sus destellos:
Venid almas distraídas,
que en el Belén de la Iglesia
y en la pequeña cunita
del sagrario, Jesús niño
impacientemente ansía
esclarecernos el alma
con la luz de su sonrisa,
porque quiere que nosotros
vivamos toda la vida
una jubilosa Pascua:
¡Navidad y Epifanía!
José A. del Valle
Romance en el que lleva, en imágenes, ante el Portal
del Sagrario a 5 pastorcitos suyos, a sus 3 Reyes:
y a una estrella suya, para rendirle adoración
al Niño de Belén
Navidad y Epifanía
No me fue dable, Jesús,
vivir allá en Palestina
y verte en aquella gruta
de Belén donde María
te trajo al mundo. No importa.
Mírame ante tu cunita:
Ese pesebre-sagrario
do tu Iglesia te reclina.
Ya mis cinco pastorcitos
todos ante Tí se inclinan.
Están suspensos, absortos
y adorando de rodillas
oculta en tu Humanidad
a la Majestad divina.
Cinco pastores: oído,
gusto, olfato, tacto y vista,
que, como los de Belén,
en la noche de esta vida
y como buenos pastores,
se mantienen en vigilia
y que también como aquellos,
te hacen la primer visita.
Aquí están también los Reyes;
los Reyes del alma mía:
Entendimiento, memoria
y voluntad. De rodillas,
como los Magos de Oriente,
te dan oro, incienso y mirra.
De su luz el oro escaso
mi entendimiento te brinda,
llamándote creador
aunque eres criaturita.
El recuerdo de tus dones,
para los cuales no hay cifra,
es la mirra que te ofrece
mi memoria agradecida.
Y el incienso de su amor
mi voluntad te prodiga.
Tanto se unió con la tuya,
que ya no es ella quien dicta;
ya no es ella, ya no es ella
quien traza el rumbo a mi vida.
Postrada ante Tí, Dios mío,
con unción la frente inclina
y amorosa te repite:
Buen Jesús...¡lo que Tú digas!
Y ¿la estrella? Se concibe
sin estrella Epifanía?
La estrella es mi corazón
hecho luz radiante y viva.
Sí, que con una mirada
le infundiste nueva vida.
Lo transformaste en estrella
que va irradiando alegría
y exclamando en sus destellos:
Venid almas distraídas,
que en el Belén de la Iglesia
y en la pequeña cunita
del sagrario, Jesús niño
impacientemente ansía
esclarecernos el alma
con la luz de su sonrisa,
porque quiere que nosotros
vivamos toda la vida
una jubilosa Pascua:
¡Navidad y Epifanía!
José A. del Valle
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