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Libreta 3a.  Pág. 159 - Obra No. 238
En Espinelas explaya las alegrías
místicas que transformaron ese día
su alma durante la Sgda. Comunión

Santa Locura


Tu Palabra, ¡Oh, Dios! portento
de amor y sabiduría,
te trajo a la mente mía
y te vio mi pensamiento.
Desde ella, cual sedimento,
bajaste a mi corazón.
¡Oh, Don sobre todo don!
¡Con la entrega de Ti mismo
me transformaste en abismo
de amor y contemplación!

Pero, es que, a más de bajar
por tu palabra al estrecho
aposento de mi pecho
bajaste desde el altar
hecho Pan, a alimentar
y alegrar el alma mía.
¡Con cuánta paz y alegría
me regalaste, Señor,
al abrasarme de amor
con la Sacra Eucaristía!

Desde que bajaste a mi
cifro la vida en amarte,
complacerte, contemplarte
y darme del todo a Tí.
Quisiera pasar así
del destierro la jornada.
La palomita, cansada,
no quiere, Señor, volar;
quiere el camino pasar
en tu pecho reclinada.

Quiere esquivar toda acción
y sosegar los sentidos
al ritmo de los latidos
de tu amante Corazón,
del mismo modo que al son
de maternal melodía
tu Humanidad se dormía
en la cuna deliciosa,
providencial y amorosa
del regazo de María.

Tu amor, Señor, me recrea
y en dulce quietud me sume;
pero también me consume,
desazona y espolea
con la aijada (*) de una idea:
que los que van junto a mí
canten tu bondad así
como yo la voy cantando.
Que vayan todos gozando
como yo gozo de Tí.

Que todos quieran, Señor,
padecer esta locura.
Esta locura que cura
por producirla tu Amor.
Esta que torna en mejor
a todo el que la padece.
Esta en que el alma parece
(por el afan de albergarte)
que se agranda... y es tu arte
de amor: ¡ que te empequeñece!

Que mi locura, Señor,
conquiste al mundo, quisiera,
y que al odio consumiera
cual fuego devorador.
Y existe un fuego, tu Amor,
capaz de hacerlo, Dios mío.
Dejádmelo a mi albedrío;
dejádmelo a mi locura,
¡que quiero ver si se cura
este mundo enfermo y frío!

José A. del Valle
Paterson, N.J., 4 de Oct. de 1962
Día de N. Seráfico Padre San Francisco de Asís.

(*)Aijada o aguijada, de aguijón.