Libreta 7a. Pág. 148 – Obra No. 732
En forma de Romancillo nos recuerda cuál es el secreto poder de la sonrisa,
y su eficacia en la sanación de los peores males del alma en nuestro prójimo


Autoexorcismo

(Más en serio que en broma)

Veo que tiene el mundo
mayor malicia
y mucho más ceñuda
fisonomía
que allá en mi infancia
en que se amaban todos
con toda el alma.

El porqué de este cambio
si le pregunto,
no sin mirarle al rostro
con cierto susto,
porque es lo cierto
que se gasta un semblante
que mete miedo,

jamás a mi pregunta
me da respuesta;
luego, la causa tiene
que ser tan seria
que hasta he pensado:
Este tiene en el cuerpo
metido el diablo,

Porque hay que ver, señores,
qué cosas hace:
Crímenes, fraudes, robos;
tales desmanes,
que solamente
puede ser un poseso
quien los comete.

Por ser deber de todos
que se apacigüe,
porque, sin paz el mundo,
nadie en paz vive,
le he sugerido
que se aplique la cura
de un exorcismo.

Lo curioso del caso
es que a este enfermo
nadie puede aplicarle
tan buen remedio.
El caso es triste:
Tiene que ser él mismo
quien se exorcise.

“Luego, (me dicen todos)
no tiene cura”.
Fórmulas para el caso
no ha de haber muchas,
les respondo, y agrego:
Yo me atrevo a indicaros
una que tengo.

Lo primero que tiene
que hacer el mundo
es cambiar ese gesto
fosco y ceñudo
por otro alegre
que subyugue y atraiga
por sonriente.

Sugiero que ensayemos
una sonrisa,
y veremos, al punto,
que nos imita.
Eso logrado,
tengamos por seguro
resuelto el caso.

Esa sonrisa tiene
que ser sincera;
que del amor de Cristo
vaya repleta;
porque si es falsa,
seguirá nuestro mundo
con esa cara.

Una vez que logremos
que se sonría;
de ese amor que atesora
nuestra sonrisa,
que es amor santo
por ser de Jesucristo
dulce regalo

y que por ser don puro
del Dios más tierno
antídoto es, sin duda,
de ese el veneno
letal del odio
con que Satán lo ha puesto
tan feo y hosco...

De ese amor irá el mundo
llenando el alma
y desplazando el odio
que lo avasalla.
¡Como os lo digo!
Haciéndose la cura
del exorcismo.

Sea de amor cristiano
nuestra sonrisa
para que contemplemos
la maravilla
inconcebible,
de que este nuestro mundo
se autoexorcise.

José a. del Valle
Miami, 7 de Oct. de 1979
Día de Ntra. Señora del Rosario.