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Libreta 8a. Pág. 150 – Obra No. 852
Con una Silva describe a su musa, que aunque
débil y flaca, es ágil y también tenaz

¡Canta, mi Musa, Canta!


Desordenadamente , a veces, tengo
las piezas de mi casa.
Reconozca el que lea este poema
o el que a mi casa vaya,
que si hace ya tres años
que nadie me acompaña;
que si trabajo ocho o nueve horas,
(que son las que me dura la jornada)
de pie, sin tregua y que a la edad que tengo
es demasiado larga,
reconozca, repito,
que el trabajo me cansa;
por eso, a veces, en desorden tengo
las piezas de mi casa.

Pero no es sólo eso: es que mi musa,
a pesar de lo débil y lo flaca
que Dios la hizo, es ágil;
ni calla ni descansa:
apenas abro la pequeña puerta
de mi pequeña casa,
cuando me dice en tono suplicante
y al oído: ¡Trabaja!

Es que mi humilde musa,
a pesar de lo débil y lo flaca,
una ventaja tiene sobre muchas:
La de ser una auténtica cristiana.
Si la gloria de Dios la aguijonea,
¡imposible callarla!

Por eso cuantas veces se le ocurre
entonar una mística tonada,
le digo enardecido:
¡Canta, mi musa, canta;
que además de copiarla con la pluma,
la copio con el alma!
Es que quiero con ella que Dios Padre
nos conceda la gracia
de dejar, a manera de semillas
beatíficas y santas,
en el alma de todo el que la lea
la fe, la caridad y la esperanza.

Si tu canto y mi copia, musa mía,
lograsen sólo convertir un alma
como sé que Dios Padre ha de decirnos:
¡Gracias, hijitos, gracias!
te digo sin ambajes:
¡Canta, mi musa, canta,
no te preocupes si en desorden tengo
las piezas de mi casa!

José A. del Valle
Miami, 21 de agosto de 1983