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Libreta 10a. Pg. 18 – Obra No. 1013

A Mi Ahijada Josefa Machado

Josefa, habrá de extrañarte
que después del remolino
de los años, tu padrino
quiera en verso saludarte.
Saludarte y desearte
con toda sinceridad
que disfrutes, en verdad,
de tu esposo en compaia
y tus hijos, de alegría
y santa felicidad.

Sabrás que mis años son...
creo que más de la cuenta,
porque cumplí los ochenta.
Pero aún tengo la razón
clarita y la inspiración
palpita en mi todavía.
Si vivo la poesía
y me mantengo sereno,
es porque Dios, que es muy bueno,
me regala su alegría.

Por tino o por desatino
o por yo no sé por qué
un día me tropecé
con Daniel en mi camino.
Con un delicioso vino
recuerdo que me obsequió,
y...¡mucho que me gustó!
Desde entonces, cordialmente
y en casa, semanalmente
conversamos él y yo.

Y en charlas con él
nos paseamos, en bonanza,
por la tienda La Esperanza,
por los campos de Borgiel
y la Molina. Y el fiel
recuerdo nos ha llevado
a recordar con agrado
aquella amistad sincera
que Andrés del Valle tuviera
con don Alberto Machado.

Quiero que me creas que
recuerdo perfectamente
el día aquel sonriente
en que yo te bauticé.
El cura me dijo: Sé
(lo recuerdo bien clarito)
que asarán un lechoncito
y del lechoncito espero
que me traigas lo que quiero:
lo de atrás; lo del rabito.

Y le llevé lo de atrás
a la iglesia al otro día.
Pero el rabito tenía,
como tú comprenderás,
bastante masa además.
Como yo te he bautizado,
un deber santo y sagrado
me señala que te oriente
si la vida en su corriente
te hubiese desorientado.

Bautizarse es prometer
a Dios perfecta obediencia.
Si sé que tienes conciencia,
sé que lo sabes hacer.
Pero hay también el deber
y la santa obligación
y la suprema razón,
no sólo de no olvidarlo,
Josefa, ¡sino de amarlo
con cabeza y corazón!

Eso lo espero de ti
con santo y con noble orgullo,
porque en el bautizo tuyo
a Dios se lo prometí.
A El le pido desde aquí
con fervientes oraciones,
que los nobles corazones
que laten bajo tu hogar
se congratule en colmar
de paz y de bendiciones.

Quedo en este exilio orando
a Dios, que a ti y a tu esposo
y a tus hijos, de abundoso
gozo los vaya colmando
y en El se sigan amando.
Y como a pensar me inclino
que Dios pondrá en mi camino
una venturosa aurora,
te anticipo desde ahora
un abrazo. Tu padrino.

José a. del Valle