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Libreta 7a. Pág. 133 – Obra No. 722
En una Silva busca la razón de la insensatez de los que
se llaman creyentes y siguen indagando en falsas filosofías

Por Eso Consternado...


Son muchos los que creen
que del sepulcro levantose Cristo,
y saben que ni Buda, ni Mahoma,
ni Confucio, han podido,
a pesar de la célica aureola
con que ornaron sus hijos
sus pensadoras testas...
realizar tan insólito prodigio.
Y saben que Jesús nos dio su Iglesia;
ese insondable y admirable abismo
de luz y de verdad que en este mundo,
con amor infinito,
ha veinte siglos que le dice al hombre
lo que Jesús le dijo:
Que El era el enviado de Dios Padre,
y la verdad, la vida y el camino.

No dudan, no, que Tú resucitaste,
y hasta Dios te proclaman, Jesucristo.
Y sin embargo, míralos, ilusos,
de necio orgullo y vanidad henchidos,
buscando la verdad por esos campos
oscuros y terríficos
de tanta contumaz filosofía;
marchando entre barrancos y entre abismos
de error y de falacia,
sin advertir el riesgo ni el peligro,
en vez de corretear alegremente
por los campos radiantes y vivíficos
de tu Iglesia; la voz que desde Roma
nos dice que eres Tú nuestro destino.
Esa voz que jamás han de acallarla
ni Satán, ni los hombres, ni los siglos,
porque no es otra cosa
que tu voz sempiterna, Jesucristo.

¡Ay! Son tantos y tantos los que veo
que a pesar de creer que del Altísimo
eres el enviado y que tu Iglesia
es la verdad, la vida y el camino,
van deslumbrados por falaces luces
a caer del error al precipicio.
Por eso, consternado
veo con qué veracidad se ha dicho
que el sentido común no abunda tanto;
que es el menos común de los sentidos

José a. del Valle
Miami, 31 de Agosto de 1979