Libreta 9a. Pág. 13 – Obra No. 887

Carta Romance

Querido amigo Manolo.
Con esta carta romance
quiero acusarte recibo
con gratitud entrañable,
de esos recortes de prensa
con los cuales me obsequiaste.
Con que me obsequiaste digo,
porque siempre ha sido el arte
para mi de los pinceles
por bellísimo...¡admirable!
En este caso, Manolo,
por ser tuyos los paisajes,
los retratos...lo que sea,
los tengo por formidables,
y te lo digo con toda
la sinceridad de un vate:
Manejando los pinceles,
hay muy pocos que te igualen.

Ahora bien, en el tintero
no puede a Cheo quedársele
el decirte y advertirte
con el cariño entrañable
que te tengo y que bien sé
que lo tengo de tu parte,
que ser masón y católico
no puede en un alma darse.
Son conceptos antagónicos
y al parecer amigables.
Son, por decirlo, Manolo,
con una elocuente frase
que empleamos con frecuencia,
“el aceite y el vinagre”.
No es Cheo quien te lo dice;
te lo dice nuestra madre:
esa católica iglesia
de la que tú formas parte.
Cheo aquí solo es el eco
fidelísimo y amable
(lo de amable no lo dudes,
que es el cariño entrañable
que te profeso, quien dice
que debo el consejo darte)
de nuestra madre la Iglesia;
y que por ser nuestra madre
y ser santa, (no lo dudes)
debemos todos prestarle
atención a sus consejos.
Otro te doy de mi parte:
Estudia el caso, Manolo,
que es muy digno de estudiarse.
Si Cristo fundó su Iglesia
no la habrá fundado en balde;
la fundó para que ella
como buena y santa madre
nos guíe en la senda oscura,
escabrosa, serpeante
y cuesta arriba que lleva
al reino de nuestro Padre.
En él quiero verte un día
pintando su rostro amable
y ruégale que me escuches
lo que me inspire cantarte.

Sé que con estos consejos
no he llegado a lastimarte.
Tampoco con este abrazo
aunque fuerte, por amable,
que con el alma y en Cristo
te aprieta,

Cheo del Valle

P.D.
No olvides jamás, Manolo,
esta verdad formidable:
“La Iglesia es la única puerta
que tiene el reino del Padre”.

Miami, 12 de Febrero de 1984