A Elena y José Francisco

En Broma y en Serio en sus Bodas de Oro.

José Francisco, cincuenta.
Esos son los enyugado.
Agrégale los zafado,
y serán años sin cuenta.

Cincuenta y sin cuenta son
dos muy distintas edades,
aunque son dos cantidades
de casi igual expresión.

Pero estoy hablando en vano.
¡Qué torpeza! ¡Vaya error!
Si hablo con un profesor
del idioma castellano,

¿Cómo voy a suponer,
siendo, como eres, la ciencia,
que esa enorme diferencia
no puedas llegar a ver?

Olvidemos la sin cuenta
que eso es sólo cuenta tuya,
y vamos a la cabuya
que cumple abriles cincuenta.

Se ve que ha sido muy buena;
que su apretar flojo ha sido,
puesto que de ella han surgido
con el concurso de Elena...

seis retoños que, benditos
por las manos del Señor,
os han dado con amor,
otros siete retoñitos.

Eso dice que en verdad
son fecundas vuestras vidas,
porque las tenéis henchidas
de alta religiosidad.

Los retoñitos bisoños
diciendo están que los dos
el santo temor de Dios
sembrásteis en los retoños.

Eso es transformar en templo
y en ara santa el hogar.
Eso es evangelizar;
predicar con el ejemplo.

Los trece vástagos son,
José Francisco, un sincero
demostrar ser verdadero
Caballero de Colón,

y hacer público y notorio
que quien no teme a la vida,
tiene gloriosa cabida
en la orden de San Gregorio.

Con un corazón sincero,
Elena, te felicito,
por dar, en tu caminito,
con un cabal caballero.

Ambos han sabido hacer
de los hijos en el templo
con vuestro cristiano ejemplo
gladiadores del deber.

Sin duda estas bodas son,
por ser como sois, piadosos
y hondamente religiosos,
de Dios una bendición.

Bendición para los dos,
seis hijos y siete nietos.
¡Quince cristianos repletos
de santa gracia de Dios!

Por eso sinceramente
pido al Señor que a este día
le prolongue la alegría
en el cielo eternamente.

José A. del Valle
25 de Junio de 1979