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Libreta Segunda Pág. 265 - Obra No. 139
En versos libres y de forma bien caprichosa
y jocosa bromea con sus amigos sobre
las aventuras vividas ese día.

Un Paseo a la Casa de Campo

Nota:  "Superman" es, en verdad,
           un auto del treinta y seis.  
           Imaginaros podéis,
           su estampa y velocidad.

Cuatro excursionistas
con la propia estampa de cuatro turistas,
sin miedo al peligro que ofrece la calle,
montaron, alegres, en el "Superman",
(un coche flamante.)
Son ellos, Manolo, Rodríguez y Valle;
mas, falta un detalle
porque cuatro van:
su chofer y dueño,
un as del volante
que no teme al sueño:
Julián.

"La Casa de Campo será el paradero".
Tal fue lo primero
que el chofer habló.
Y Valle, que nunca tal "casa" había visto..
"insistes e insisto:
¡La Casa de Campo"! Feliz exclamó.

Como en un Discover lanzado al espacio,
(pues no iba despacio
nuestro "Superman")
viajaba la gente
con la vista siempre clavada en el frente
con miedo y afán.

Al fin, suspiraron,
-llegaron,
-bajaron,
y en un descapado
los cuatro acamparon.

La veloz carrera
les dejó los nervios todos en tensión;
pero aquellos nervios se tranquilizaron
con tragos de vino que allí saborearon
y con bocadillos de...¡cosa refina!
¡sardina...
y jamón!

Y siguen la marcha los cuatro viajeros
por el laberinto de aquellos senderos,
cuando, de improviso, Valle preguntó:
Eh, Julián, ¿qué pasa?
¿Dónde está esa casa
que no veo yo?
-La Casa, mi amigo, como aquellos reyes
y sus cacerías y pompas y leyes,
desapareció.

Y siguió aquel auto por la carretera
raudo como el viento.
Y pasó Aravaca;
y pasó Pozuelo;
pasó Campamento.
Mientras más avanza mucho más se apura;
y en su marcha terca
estuvo muy cerca
del bello Paseo de la Extremadura.

- - - - - - - - - -

El auto raudo siguió
y a cierto lugar llegó
en que hinchaba las narices.
Entonces Julián gritó:
¡la fuerza se le acabó!
Dijo Antonio: ¿qué me dices?
Pero no; lo aceleró,
y resoplando subió
la cuesta de las Perdices.

Así los cuatro turistas
un sinnúmero de pistas
recorriendo alegres van;
hasta que por fin dijeron:
¡acabose! Y se volvieron
a la casa de Julián.
Diéronle con alegría
gracias por su cortesía,
y a sus casitas se van.

Y yo aquí mi firma estampo
para dar con ella fe
de lo rebién que nos fue
allá en la Casa de Campo.

José A. del Valle
20/2/1961