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Libreta Segunda.  Pág. 59 - Obra No. 88
Poesía en el Homenaje de reconocimiento
al Párroco en nombre de la feligresía

A Monseñor Juan J. Lobato en sus Bodas de Perlas

Recitada durante el almuerzo que se le
ofreció en el Centro Vasco, frente al
Malecón de la Habana.

En nombre, Monseñor, de Monserrate
(que cometió el enorme disparate
de hacerme su vocero)
levanto aquí mi voz para deciros
en versos con medida de tendero,
pero ardiendo en amor, como suspiros,
algo importante que deciros quiero:

Me ha venido de perlas el momento;
de perlas al igual que vuestras bodas;
mas, ¡ay! cuánto lamento
no tener, Monseñor, las liras todas
de los bardos mejores y el acento
del más glorioso vate,
para cantar y repetir al mundo,
que es mayor que ese mar, y más profundo,
el amor con que os ama Monserrate.

Mayor y más profundo: que las almas
no creo yo que tengan dimensiones;
¡sí! que la más sencilla
de estas que están aquí, ¡oh, maravilla!
puede guardar a Dios en sus hondones;
y si el amor que os tiene la levanta
hasta la más excelsa y la más santa
de todas las regiones:
(la misteriosa en que el Señor habita)
ante tan grande amor, el mar profundo
se nos torna tan chico como el mundo
en mitad de la bóveda infinita.

Cariño inmenso como el alma misma,
y más que el mar, profundo,
es el que en estas nuestras almas late
al conjuro feliz de vuestro nombre;
por eso os digo aquí, y no os asombre,
ni penséis que es dislate,
que no hay Parroquia alguna
que en amor a su Párroco ¡oh, fortuna!
pueda ser superior a Monserrate.

Tiene que ser así nuestro cariño:
Si en cada alma contempláis un niño,
yo os digo al contemplar vuestro desvelo:
¿qué título mejor habrá que os cuadre
que el título de Padre,
con que os ungiera, Monseñor, el cielo?

Padre, Padre amoroso,
que diligente y dulce y dadivoso,
treinta años ha que de sus hijos cuida;
treinta años de solícitos anhelos;
de afanes, de desvelos,
y amparándonos siempre en la caida.

Es esta mesa, Padre, un monumento
que durará un momento
a pesar de que amor lo ha cimentado;
breve será; mas, no su resonancia;
que desafiando el tiempo y la distancia,
signo será de vuestro apostolado.

Signo y luz de perenne trayectoria:
Bien sabéis que la fábula o la Historia
cuentan que Cleopatra
disolvía las perlas en el vino
para poder beberlas;
celebremos nosotros vuestras bodas
parodiando tan necio desatino:
echemos en la copa nuestras perlas;
perlas, no como aquellas;
sino mucho más raras y más bellas;
perlas de amor con su sabor divino:
¡las perlas de fervientes oraciones
pidiendo a Dios os colme de sus dones,
y os permita cumplir vuestro destino.

José A. del Valle
1/1/1952