Libreta Segunda Págs.81 - Obra No. 93
Canto en un aniversario.
¿Qué son para el Eterno?
Una gota en el piélago perdida;
un átomo en mitad del universo;
en cambio, para el hombre, es tal jornada,
que hay quien con veinte abriles ya es un viejo.
Si no lo es en verdad, se lo imagina
que es lo mismo que serlo.
Mas, no a filosofar aquí he venido,
gloriosa Unión del Cerro;
sino a cantar, como al Señor le plazca,
porque El sólo es mi estro,
la gloriosa jornada de tu vida
por los campos sin fin del Evangelio.
¡Campos del Evangelio! ¡Qué paisajes
de belleza eternal, copias del cielo,
con mano generosa y amorosa
derramó Dios en ellos!
Y cual si fuese poco su regalo,
plantó un árbol eterno,
asombro y estupor de veinte siglos;
sombra y vigor y vida del viajero,
que tiene como fin alimentarnos
para alcanzar y conquistar el cielo:
El árbol portentoso de la Iglesia.
¡La Iglesia!...En tí la veo.
Eres tal vez de todas las uniones
su más cabal reflejo;
eres hija que es copia de la Madre:
¡simbolismo perfecto !
Cual ella tú, hoy muestras con orgullo
las catacumbas donde ardiera el fuego
sublime del amor a Jesucristo
en tus años primeros,
al abrigo de tantas tempestades
que el mundo, torpe, en su brutal deseo
de apagarlo por siempre, ha desatado
con inútil empeño.
Como es eterna nuestra santa Madre,
puede su edad contarse por milenios.
Dos son los que ya tiene: ¡veinte siglos!
Veinte siglos de gloria y sufrimiento;
veinte siglos de lucha con el mundo;
veinte siglos de amor con el Dios bueno;
veinte siglos mostrándole a las almas
el camino del cielo.
Y veinte abriles tú, como hija de ella,
gloriosa al par que humilde Unión del Cerro,
glorificando a Dios con tus amores;
conquistando las almas con tu ejemplo,
y alumbrando, amorosa, esta barriada
con cristianos destellos.
Esta barriada que cual Roma un día
viviera la opulencia de un imperio;
el esplendor de toda una nobleza,
y que andando los años vino a menos.
Esta barriada tiene, como Roma,
su cátedra de Pedro
cantando un "miserere" a la grandeza
mundana de otros tiempos,
al par que iluminando su presente
con fulgores eternos.
¡Eres símbolo exacto de la Iglesia,
gloriosa Unión del Cerro!
José A. del Valle
Canto en un aniversario.
En las Bodas de Porcelana de la Unión de Caballeros Católicos del Cerro.
Bodas de Porcelana, cuatro lustros;¿Qué son para el Eterno?
Una gota en el piélago perdida;
un átomo en mitad del universo;
en cambio, para el hombre, es tal jornada,
que hay quien con veinte abriles ya es un viejo.
Si no lo es en verdad, se lo imagina
que es lo mismo que serlo.
Mas, no a filosofar aquí he venido,
gloriosa Unión del Cerro;
sino a cantar, como al Señor le plazca,
porque El sólo es mi estro,
la gloriosa jornada de tu vida
por los campos sin fin del Evangelio.
¡Campos del Evangelio! ¡Qué paisajes
de belleza eternal, copias del cielo,
con mano generosa y amorosa
derramó Dios en ellos!
Y cual si fuese poco su regalo,
plantó un árbol eterno,
asombro y estupor de veinte siglos;
sombra y vigor y vida del viajero,
que tiene como fin alimentarnos
para alcanzar y conquistar el cielo:
El árbol portentoso de la Iglesia.
¡La Iglesia!...En tí la veo.
Eres tal vez de todas las uniones
su más cabal reflejo;
eres hija que es copia de la Madre:
¡simbolismo perfecto !
Cual ella tú, hoy muestras con orgullo
las catacumbas donde ardiera el fuego
sublime del amor a Jesucristo
en tus años primeros,
al abrigo de tantas tempestades
que el mundo, torpe, en su brutal deseo
de apagarlo por siempre, ha desatado
con inútil empeño.
Como es eterna nuestra santa Madre,
puede su edad contarse por milenios.
Dos son los que ya tiene: ¡veinte siglos!
Veinte siglos de gloria y sufrimiento;
veinte siglos de lucha con el mundo;
veinte siglos de amor con el Dios bueno;
veinte siglos mostrándole a las almas
el camino del cielo.
Y veinte abriles tú, como hija de ella,
gloriosa al par que humilde Unión del Cerro,
glorificando a Dios con tus amores;
conquistando las almas con tu ejemplo,
y alumbrando, amorosa, esta barriada
con cristianos destellos.
Esta barriada que cual Roma un día
viviera la opulencia de un imperio;
el esplendor de toda una nobleza,
y que andando los años vino a menos.
Esta barriada tiene, como Roma,
su cátedra de Pedro
cantando un "miserere" a la grandeza
mundana de otros tiempos,
al par que iluminando su presente
con fulgores eternos.
¡Eres símbolo exacto de la Iglesia,
gloriosa Unión del Cerro!
José A. del Valle
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