Libreta Segunda. Pág.131 - Obra No. 106
Diálogo entre el poeta y su musa

Mi Musa y Yo.

Poesía leída en la Unión 105 de
Monserrate, en honor de Monseñor
Juan J. Lobato, con motivo del
día del Párroco.

Jamás la musa mía
estuvo, como ahora está, tan confusa;
porque dice mi musa,
y con mucha razón, yo agregaría,
que ella, que es como yo, tres veces flaca
(de espíritu, de cuerpo y de talento)
carece de energías y de aliento
(y esto en verdad le aterra)
para cantar cual debe,
aunque en forma muy breve,
al ser más venerable de la tierra.

"Cantar a un sacerdote
que es Párroco además, es cosa seria;
contempla mi miseria",
me dice entre confusa y temerosa;
mas, yo, por darle aliento,
aunque sé bien lo seria que es la cosa,
le replico al momento:
¿ no ves, amada mía,
en la labor del Párroco, por bella,
de nuestras almas la Polar estrella
y manantial de eterna poesía?

"No es estrella Polar; es sol radiante
y como el sol, a veces, abrasante";
me replicó entre veras y jarana;
y la prueba, mi amigo,
es que no existe abrigo
que preste más calor que una sotana.

Ahí tienes un caudal de poesía,
querida musa mía:
en el calor que la sotana presta;
que no hay alma, por gélida o por fría
que se muestre en el mundo,
que al estrechar de un Párroco la mano
calor de amor de un corazón hermano
no sienta en lo profundo.

Y si es, no ya un alma indiferente,
sino un alma ferviente
que está de Cristo y de su amor henchida
la que estrecha su mano venerable,
siente vibrar en ella el inefable
calor de amor del Dios que es nuestra vida.

Y si el Párroco es éste, musa mía;
este, que a más de Padre,
es hermano y amigo y confidente
de la feligresía;
éste que sufre y siente
al igual que nosotros, nuestra pena,
y que, también de júbilo se llena
si el júbilo acaricia nuestra frente...
¡ entonces no hay temor! gritó mi musa;
pues aunque meta hasta el pretil la pata
con mi canción escuálida y barata,
sí que su noble corazón me excusa.

Pues a cantar sin miedo;
le dije y respondió: Ya sé que puedo;
ya no tengo temor, mas,  me parece
que otra cosa más digna se merece
que el pobre canto mío.
Lo que pueda decir este auditorio
que tiene tan extenso repertorio,
no debo yo decirlo;
por eso les suplico
que me callen el pico,
y se pongan de pié, ¡ para aplaudirlo!

9/8/1953