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Versos a mi Felita  Pág. 16  Obra No. 628
Narra lleno de alegría un sueño en el que
describir no acierta lo bella que vio y beso
a su sin par Felita

Gracias  Señor,  porque  Ya  Está  a  Tu  Lado.


Como los poetas solemos narrar como realizados, hechos y escenas que sólo en nuestra imaginación tuvieron vida (y no por eso se nos debe tener por mentirosos) quiero aclarar que este sueño que tuve en la noche del Jueves al Viernes Santos de 1983, fue algo vivido; lo narro tal como lo soñé, y lo tengo por providencial, ya que dejó en mi alma una profunda huella.

Le pedí a Jesucristo cierto día
que me diese una prueba, Fela mía,
de que estabas con Él,
aunque fuese de un modo muy velado;
y vas a ver, mujer, que me la ha dado
como nunca jamás la imaginé.

Soñé contigo anoche, Fela mía.
Aunque poeta soy, jamás podría
narrar lo que sentí,
cuando tras tanta dolorosa ausencia,
de belleza radiante, en mi presencia
extático te vi.

En tan casta ternura nos sumimos
y fue tan casto el beso que nos dimos
en la boca los dos,
que a pesar de saber que fue soñado,
juraría afirmando
que estaba allí, junto a nosotros, Dios.

Si esa ternura y ese beso expresan
cómo se aman y besan
los esposos que están junto a Jesús
y logro con la cruz de ésta tu ausencia
vivir así contigo en su presencia,
¡yo bendigo mi cruz!

Sonriente y alegre me miraste
y, yo no sé; no sé lo que dejaste
dentro del alma mía.
Me atrevo a asegurar que fue del cielo
mensaje de consuelo
saturado de santa poesía.

Vi junto al rostro tuyo el de un niñito
que me imagino fuese el angelito
que aquí en la tierra se afanó por ti,
y, si era un ángel lo que yo veía,
otra vez sin dudar afirmaría
que Dios estaba allí.

Y, ¡qué bonita estabas, Fela mía!
Jamás podré cantar la poesía
que en tu rostro encontré.
Fuiste preciosa en vida;
pero nunca jamás, mujer querida,
como yo te soñé.

Esa en tu rostro angelical belleza
que con toda franqueza
te digo yo que en ti no vi jamás
ésa me está diciendo,
y el angelito aquel que estuve viendo,
que en el cielo ya estás.

¡Gracias, Señor, porque ya está a tu lado!
Y gracias por habérmela prestado
por un instante de feliz sabor.
Esto, mi Dios, me resta suplicarte:
Quiero con ella estar para cantarte.
¡Para rendirte eternamente honor!

José A. del Valle.