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Libreta 11a. Pág. 116 – Obra No. 1186

Coexistencia  Feliz


El frío espiritual que hay en el mundo
te hace temblar, mi Dios.
Hay en mi corazón fuego sagrado;
¡ven a mi corazón!

Fuego sagrado porque ha sido el Tuyo
el que en mí lo prendió,
y no puede apagarse si es sagrado
porque es fuego de amor.

De amor divino, no de amor humano,
que muy distintos son;
tanto, que es muy difícil que en un alma
coexistan los dos.

No imposible: Tú sabes que en la mía
bien pueden coexistir
el amor que le tengo a mi Felita
y el que te tengo a Ti.
 
Y si en mí se realiza ese portento
aun cuando ella murió,
es porque aunque parezcan dos amores
no son más que un amor.

Y son un solo amor porque las almas
cuando se aman en Tí,
el amor que se tienen y te tienen
tienden a coexistir.

A coexistir tan unitivamente;
con tal fuerza de amor,
que nada en este mundo podrá nunca
separarlos, mi Dios.

Felita y yo (Tú sabes bien que ella
no ha muerto para mí)
al ver que el frío espiritual del mundo
no lo puedes sufrir,

y que del corazón suyo y del mío
la fuerza del amor
ha hecho ¡para Ti!, Jesús divino,
un solo corazón,

ven al corazón nuestro, te decimos.
Ese frío glacial
que te ha hecho, por ser frío de almas,
tremer y sollozar...

Ese frío glacial de corazones
que el mundo congeló,
ha de esfumarse como brizna al fuego,
en nuestro corazón.

En él vas a vivir tan confortado
que en premio me darás...
lo que le has prometido al que te ame:
¡Feliz eternidad!

José A. del Valle
Miami, 27 de febrero de 1989