¡Cubanos!  ¡Hijos míos!
¡Escuchad un momento!
Así la santa Caridad del Cobre;
(Aquella que de Nipe en la bahía
en memorable día
calmó las iras de la mar salobre
y quiso Reina ser de los cubanos)
al par que alzaba sus augustas manos
demandando silencio,
con caridad materna
modularon sus labios esta tierna
llamada al corazón de mis hermanos,
al ver de nuestra patria la agonía;
al verla desangrada
por esa puñalada
que el comunismo le asestara un día.

Y prosiguió: ¡miradme!
¿No véis bajo mis plantas la barquilla
que fue juguete de la mar airada;
la frágil navecilla
que por ruda tormenta zarandeada
con peligro bogó, y al fin, oreada,
logró ganar la acogedora orilla?
¿No véis en ella, pues, simbolizada
a nuestra Cuba amada?
Nos dice tan perfecto simbolismo
que si se rema y a la par se reza,
por más que yerga altivo la cabeza
el dragón infernal del comunismo,
fracasará en su empeño:
¡Jamás!  ¡Jamás realizará su sueño
de reemplazar la fe por su ateísmo!

Y yo os digo, por tanto,
que enjuguéis vuestro llanto
que la nave de Cuba,
a pesar de la furia desatada
por el odio y el mal;
a pesar de estar ya desmantelada,
deshecha, rota y en el mar abierto,
si a Mí volvéis, cubanos, la mirada,
será, como mi barca...¡ rescatada!
¡He de premiarla con la paz del puerto!

José A. del Valle

Madrid 25 de Junio de 1961