Libreta 6a. Pág. 269 - Obra No. 613
Silva en la que le canta a su terruño, Guanajay, lleno de
nostalgia, a la vez que narra sus andanzas por el exilio.

A Guanajay!

(Añoranzas y andanzas del exilio)


¡Guanajay! ¡Guanajay! ¡Villa querida!
Mi infancia y juventud encantadoras
(la aurora y la mañana de la vida)
más que aurora y mañana dos auroras,
deslizáronse en ti.
Pero la bella Habana
(dulcísona sirena)
supo ocultarme tu quietud amena
con su embrujante canto...¡y la seguí !

Largos años su canto, con su hechizo,
me tuvo en ella preso;
pero, ni aun por eso
te olvidé, tierra mía;
que mil veces deshizo
aquel embrujo, el ansia que tenía
de contemplar tus calles y rincones
y garlar con aquellos corazones
que me ofrecían fraternal cariño.
Por eso como un niño
a ti volvía con febril anhelo,
a saturar el alma de alegría
y embriagarme de luz y poesía
bajo el palio sublime de tu cielo.

Para acerbo dolor de nuestra Cuba
y para ti, por tanto,
fraguaron del infierno en el abismo
los demonios sin fe del comunismo
una noche de espanto.
Una noche eternal la llamaría,
porque son muchos años de agonía,
de dolor y de llanto,
los que sufre la patria bajo el manto
de esa noche tan hosca...¡por impía!

A otras tierras nos fuimos los cubanos
en busca de la aurora.
¡De la aurora del alma!
España me tendió sus nobles manos,
y en su amante regazo,
a su primer abrazo
recuperó mi corazón la calma.

Dios y la vida, a América del Norte
mis pasos condujeron;
y sus hijos amantes,
con franco y tierno porte
también sus nobles manos me tendieron.
En los ojos del yanqui, “no te importe
(mil veces vi que alegre me decía)
que no sepa tu lengua
ni tú sepas la mía:
cuando por el amor a Jesucristo
los hombres, de prejuicios se desprenden,
todo camino es llano, de manera,
que no será la lengua una barrera.
¡Las almas se comprenden!”

De aquí salté a Quisquella,
A Quisquella la espléndida y bella.
Muy poco en ella estuve porque un día
del comunismo me atacó la arpía,
y tuve al punto que ausentarme de ella.

En Borinquen caí. Sus nobles hijos
colmáronme sinceros de atenciones.
Hoy vivo en la Florida, y todavía
conserva el alma mía
el calor de sus tiernos corazones.

Tras de tanto correr y estar bregando,
hoy vivo en este Miami descansando.
Y digo Miami, porque no concibo
decir Mayami donde Miami escribo;
y porque estas variantes,
aunque las usen gentes instruídas.
nos dice la razón que están reñidas
con la lengua armoniosa de Cervantes.
Dejemos la gramática en su punto,
y sigamos tratando nuestro asunto.

En Miami estoy, mi Guanajay querido,
en un perfecto vago convertido
y viviendo en la misma “Sagüesera”.
Ya podrás comprender de qué manera
en la Habana de ayer estoy metido.
¡En la Habana de ayer! Cuando paseo
por estas calles de sabor cubano,
por no sé qué embrujo soberano
cerca de ti, mi Guanajay me veo,
y me asalta el deseo
de volver, como antaño,
a correr hacia ti con vivo anhelo,
para colmar el alma de alegría
y embriagarme de luz y poesía
bajo el palio sublime de tu cielo.

José A. del Valle
Miami, 7 de Sep. de 1977