Libreta Primera  Pág. 77 - Obra No. 67
Poesía Costumbrista,
             

A Guanajay


Leída en el Centro Progresista de Guanajay, la
noche del 9 de Dic. De 1950 y al día siguiente
en el Parque Valdés Cinta, con motivo del tercer
centenario de la fundación de Guanajay.

Hay una nota:
(Pido a Jesús que me conceda publicar un folleto con las poesías que le he escrito a mi querido Guanajay, para obsequiar con él a mis coetaneos.)

¡Guanajay! ¡Tierra mía!
Para tus hijos todos:
lo mismo aquellos que a tu abrigo viven
y el vivir no conciben
si de variados modos
no te dan más renombre cada día,
que aquellos que al vaivén de los azares;
de la existencia en la feroz contienda,
lejos de ti, de tus risueños lares,
tuvieron, tristes, que plantar su tienda,,,
¡Guanajay! ¡Tierra mía!
Para tus hijos todos es tu senda,
tres siglos de leyenda,
de religión, de amor, de poesía.

Tres siglos de leyenda... y más aún;
porque tu raro nombre
fue poema en la boca del taíno,
siglos antes, tal vez, de que Castilla,
la Cruz en alto, en tierra la rodilla,
nos trazase el camino.

La Cruz en alto y a la sombra de ella
tres siglos has vivido;
la Cruz fue para ti Polar estrella,
¡mi Guanajay querido!
¡Sí ! Que si el indio tuvo
en tu nombre un poema
de leyenda y de mito,
también nosotros; mas, de fe, de gloria,
que al nombrarte nos viene a la memoria
tu Patrón bendito.

Guanajayense hermano
que me escuchas atento:
el libro apolillado de la Historia
voy a poner en tu preciada mano:
¡Abrámoslo un momento!
Pidámosle a la rauda fantasía
sus portentosas alas;
présteme los tesoros de sus galas
la maga Poesía,
para vivir de nuestra amada Villa,
de sus días primeros, sólo un día;
un día de sus fiestas patronales;
esas que son encanto y maravilla
de la gente sencilla,
y flor de las crónicas y anales.

Amaneció. Vibrantes clarinadas
de diana resonante
despiertan al dormido vecindario.
Se asoman a los rústicos postigos,
embozados muy bien con sus abrigos
para observar el hecho extraordinario,
rostros de toda edad.
Chiquillos y chavales
que de casa escaparon sigilosos,
detrás de las cornetas y atavales
con ímpetus marciales
caminan juvilosos.

El pueblo está de fiesta.
En las lentas carretas va llegando
la prole de lejanos campesinos
que un día y otro día
con cálida alegría
estuvieron el viaje preparando.
Por todos los caminos
que al poblado conducen,
calesas y carretas
de mujeres repletas,
con carga tan preciada
de jazmines ornada,
de nuestra Cuba los primores lucen.

De la alta torre de la iglesia nueva
surge la voz de Dios en campanadas;
el eco la repite en las cañadas...
y a todas partes el mensaje lleva.

El sol sigue subiendo
sigue creciendo el popular bullicio;
los fieles más piadosos
dirígense a la iglesia presurosos
para asistir al Santo Sacrificio.

Las rústicas casitas,
de guano y embarrado casi todas,
llenaron sus portales con mesitas
repletas de sabrosa mercancía:
Tamales y torrejas y frituras;
variadas raspaduras;
buñuelos y sabrosa catibía;
lechón, café, tabaco,
mixturas, aguardiente,
que nunca falta gente
que le quiera rendir tributo a Baco.

La calle Real de nuestra amada villa
hoy es real, doblemente;
porque la palma real, arcos triunfales
ha formado en columnas y portales
con los reales penachos de su frente.

Acá y allá, poetas compesinos
"improvisando" décima tras décima
llevan ya medio día;
y el otro medio seguirán cantando;
que un guajiro poeta "improvisando",
es manantial de eterna poesía.
Docenas de curiosos los circundan;
la gente y su bullir todo lo inundan;
un corrillo se forma en cada esquina;
la población entera
la procesión espera...
y el sol, en tanto, su cerviz inclina.

Ya se van encendiendo candilejas;
las jóvenes y viejas
se han ataviado con vistosos chales;
ya se vistieron chicos y chavales
con su ropa más blanca.
A la iglesia van todos con premura;
ya la voz paternal del señor Cura
dio la señal: la procesión arranca.

¡La procesión! Por ella es que ha venido
tanta diversa gente.
San Hilarión ha sido
quien reunir ha podido,
para seguirlo en procesión ingente,
soldados y civiles;
licenciados, maestros, alguaciles,
ediles, regidores;
artistas, artesanos;
los enfermos y sanos;
comerciantes, esclavos y señores.

Un sólo corazón forman ahora;
un sólo corazón que a Dios adora
con respeto profundo.
Sólo la Santa Sede;
sólo la Iglesia puede
hacer un sólo corazón del mundo.

La procesión avanza lentamente;
cornetas, chirimías y atavales
marcando van el paso.
Pesan las andas más de lo corriente;
que han sido fabricadas
toscas, duras, pesadas,
para dar penitencia al penitente
que las lleva en el hombro reclinadas.

Aquí y allá la multitud piadosa
detiénese un instante;
pero sigue adelante,
hasta que, al fin, a la iglesita llega;
fija en el Santo aun otra mirada,
y alegre y confortada
por la plaza y las calles se disgrega.

Fueron así, guanajayense hermano,
las fiestas patronales
del antaño lejano.
Así las narran crónicas y anales.
El ver que las actuales
del tercer centenario
tienen igual encanto y poesía,
nada tiene de asombro o maravilla;
es que tienen idéntico escenario
nuestra querida villa;
Es el mismo Patrón; la misma gente;
pues como aquella es ésta, fiel, creyente,
laboriosa, romántica y sencilla.

Ved con cuánta razón repetiría:
¡Guanajay! ¡Tierra mía!
Para tus hijos todos es tu senda,
¡tres siglos de leyenda,
de religión, de amor, de poesía!

José A. del Valle