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Libreta 10a. Pág. 155 – Obra No. 1091

Cómo Arraigo en Colunga la Devoción a San Hilarión.


Colungués, contarte quiero
cómo en Colunga arraigó
de este santo anacoreta
llamado san Hilarión,
y al que con su santa gracia
quiso enriquecerlo Dios,
en las almas colunguesas
la piadosa devoción.

Tres colungueses ungidos
de santo y puro fervor,
(Enrique Segundo y Luis)
en una conversación
que amigables sostuvieron,
esto se les ocurrió:
implantar, sin detrimento
de la santa devoción
que a san Cristobal le debe
tener con santo fervor
todo colungués amante
de Colunga y de su Dios,
de otro santo, de los tantos
que nuestra Iglesia nos dio
durante su larga vida,
la piadosa devoción.

En la tan fraterna charla
la discrepancia surgió:
Qué santo sería digno
de la nueva devoción.
Elegiéronse dos santos
para ver cuál de los dos
la palma de la victoria
obtendría el galardón.
De dos barrios que eligieron
de Colunga, se acordó
darle uno a san Cipriano
y el otro a san Hilarión.
Si fue el entusiasmo grande,
la devoción fue mayor
aquel año; pero el tiempo,
que posee un arte atroz,
de aquellos que a san Cipriano
tuvieron como Patrón,
les enfrió el entusiasmo,
la devoción y el fervor.
Por eso hoy vemos, gozosos,
triunfar a san Hilarión.

¡Alégrate colungués!
Que en vez de un santo es a dos
las devociones que hoy brotan
de tu noble corazón:
La que a san Cristóbal debes
tener con santo fervor
por ser él de tu Colunga
en realidad el Patrón
y su protector glorioso,
y a la de san Hilarión.

Y otra hay más: la de la Virgen
de Loreto, toda Amor.
Colungués, hay en el cielo
tres santos que con unción
están por ti intercediendo
en la presencia de Dios:
La Virgen con san Cristóbal,
y además...¡san Hilarión!

José A. del Valle

Colunga 23 de agosto de 1985


Quiero agregar esta nota personal mía para conocimiento de los guanajayenses en especial:

Enrique Segundo, natural de Colunga (una Villa Asturiana de España) emigró a Cuba  buscando
trabajo, razón por la cual, un día llegó a Guanajay, sin haber conseguido aún, lo que buscaba. Así, le cogió la noche y al no tener techo, decidió dormirla en un banco del parque. El párroco entonces, el Padre José María del Valle (originario de Pivierda, pueblo vecino a Colunga)
al conocer la desgracia de ese emigrante transeunte, le abrió la sacristía, le montó una cama y le dió albergue hasta que Enrique Segundo encontró lo deseado.

El corto tiempo que transcurrió hospedado en la parroquia donde se veneraba a nuestro milagroso S. Hilarión fue suficiente para Enrique, llevarse prendado de su corazón al santo, junto con la estampita que por siempre llevó en su cartera  El tiempo pasó y regresó a su Colunga y de Cuba se llevó el amor y veneración a S. Hilarión.

Esto me fue narrado y con notable emoción por la propia hermana de Enrique, (llamada Pilar, si mal no lo recuerdo, y dueña de unos almacenes de comestibles) viviendo entonces yo en Colunga, y  haciendo pocos años de haber fallecido él. Lo narrado en la poesía por mi padre, sucedió en un bar (Chigre, en asturiano) de un primo nuestro, Pepe Pintueles del Valle. Apuesta que hicieron entre Enrique y otro del pueblo llamado Luis.

Y así el amor y entusiasmo por San Hilarión, sin más, prendió rápidamente en muchos, comenzando por la familia de mi primo Pepe. Y completo la narración diciendo que de aquella estampita, posiblemente arrugadita, una prima mía, Marisol Pintueles del Valle, mandó hacer una escultura tallada del Santo, a un artista castellano. Imagen que se venera en la Capilla de Santa Ana, en Colunga.

Doy reconocimiento a mi prima Marisol y al esposo de otra prima mía llamado Joaquín, el haber celebrado por años, y a manera de Fiesta Patronal, con todo entusiasmo, sin escatimar medios ni sacrificios, la Fiesta a San Hilarión en la Villa de Colunga, Asturias.

Tanto mi padre como yo, nacida también en Guanajay, apenas llegados al pueblo, emocionados asistimos, a la novena en la parroquia, a donde el Santo era trasladado todos los años para esta ocasión. No es necesario decir cómo se deslizaban las lágrimas por nuestros ojos al contemplar delante de nosotros, a nuestro Santo Patrón guanajayense, en un lugar de preferencia, a un lado, entre el presbiterio y el primer banco, donde estábamos ambos arrodillados, la hermosa imagen, tamaño natural de San Hilarión, que nos decía: “Os estaba aquí esperando”  

Así de emotiva fue, tanto la novena como la fiesta del pueblo; donde, de madrugada se oía el chirriar de una carreta toda engalanada, con gaitas y flores, despertando a los habitantes del pueblo para la fiesta; así como la regata, que a media mañana se celebraba por el río Libardón, que atraviesa el pueblo, organizada por Joaquín con sus hijos, Angel y Jacobo y otros paisanos, los cuales, desde lejos hacían una represa, para que las aguas crecidas al pasar por el pueblo hiciera más emocionante el deslizarse de las canoas, siendo premiados, al final, los ganadores. Y aquí no terminaba todo, más tarde, ya en la noche, la rica Chocolatada para todos los colungueses, donde Marisol era la anfitriona y organizadora.

Doy fe de todo esto en Puerto Rico, y por coincidencia, Octubre 12 de Octubre, 2007
(1er. día de la novena a San Hilarión, el 21 de Octubre)

Violeta del Valle